miércoles, 7 de diciembre de 2011

El dolor de las cosas que pasaron... (V)


Habíamos terminado de comer y estábamos tomando el café. Decidí que nos quedáramos un rato más. Pedí coñac –que desde hace varios años se llama brandy, con esto de las denominaciones de origen-. Escogí, entre los españoles que había, un Carlos I, porque no tenían ninguna marca francesa y el brandy portugués Aliança es intomable. Esperé a que el camarero nos trajera las copas y me dispuse a conocer el… “nudo y el desenlace” de lo que parecía ser una comedia de enredos provinciana.
- El bodeguero -continuó Juanito en cuanto tuvo delante su copa y el mozo se retiró-. se afiló los colmillos; se proveyó de una botella del mejor oporto de su bodega y de un ramo de flores que compró en un quiosco de la calle, cosa que no hay que hacer nunca, ¡si lo sabrá usted señor! Las flores se encargan en la florería y se pide que las manden con una tarjeta de uno al día siguiente de… lo que haya pasado. Bien, a lo que iba, que el tenorio de marras se fue a la casa de la escultora, llegó, abrió la puerta con la llave que le había dado, habrá pasado por un vestíbulo, u otra habitación y se encontró en un “loft”abarrotado de libros, cuadros, cachivaches y al fondo… ¡lo mejor!
- ¿Qué?
- Sobre una cama turca, completamente desnudas, abrazadas, retorciéndose como serpientes y gritando a todo pulmón estaban la escultora y una mulata, probablemente brasileña.
- ¡Aprieta!
- ¡Eso es precisamente lo que estaban haciendo!
- El visitante, el de los vinos…
- ¡Se había equivocado de día! ¡La chica le citó para el domingo y él se presentó el sábado!
- ¿Y qué hizo, al darse cuenta de su error, o ni siquiera se dio cuenta?
- ¡Se volvió loco, o poco menos!
- ¿Qué me dices?
- ¡Lo que oye, señor!
- Y tú lo sabes porque te lo dijo el inspector…
- ¡Teixeira, claro! Entre lo que leí, lo que me contó Teixeira, que es muy detallista…
- Y otro poco que pones tú de tu cosecha…
- ¡Que no, señor, que no, que yo no estoy inventándome nada, que ni siquiera estoy exagerando! “Cela va sans dire”. Verá usted. El bodeguero soltó las flores y la botella, que se rompió en mil pedazos contra el suelo, y se precipitó contra la cama. Pero tropezó en el camino con una columna con un busto de no sé qué pintor de la Grecia antigua y allá se fueron los dos, el comerciante y el pintor, o su cabeza, que menos mal que era de alabastro y no de bronce, que si no, sabe Dios lo que hubiera ocurrido, ya de entrada. Se rompió, desde luego, y uno de los pedazos le hirió en la frente.
- Las chicas…
- Seguían en lo suyo, señor, se ve que no podían parar.
- Es comprensible.
- Le dieron tiempo a Portela, que se levantó tambaleándose, con una mano en la cabeza, que le sangraba por la herida producida por un fragmento del busto de Fidias.
- ¿Era de Fidias?
- Podía ser de Apeles.
- Juanito, ignoraba que tuvieras una formación clásica.
- ¿Sabe cómo nos hacían estudiar los escolapios?
- Me imagino. Más o menos como los maristas a mí. Pero sigue, sigue, que esto se está poniendo muy interesante.

© José Luis Alvarez Fermosel

(Sigue)

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