jueves, 29 de diciembre de 2011

En verano nieva en Buenos Aires


Es una nevada, por llamarla de alguna manera, de papeles blancos, rotos, que cae todos los 29 ó 30 de diciembre sobre la ciudad con un cierto aire acerbo, procedente de los pisos altos de los edificios de oficinas, donde ya se cierran las puertas hasta el año que viene.
Pasadas las primeras fiestas, la Nochebuena y la Navidad y de cara ya al Año Nuevo, el 28 de diciembre, Día de los Inocentes, ya no se celebra como antes, gastando bromas a tutiplén. Pero la costumbre de rasgar papeles blancos y tirarlos por las ventanas veinticuatro horas después permanece inmutable, uno no sabe desde cuándo ni por qué.
Papeles de tacos de calendarios que de pronto se han hecho inútiles, de balances contables ya igualmente inservibles, páginas de agendas del año al que le falta muy poco por fenecer, contratos que no llegaron a violarse, las hojas de las impresoras de las computadoras, todo o una buena parte de todo lo que sea de papel blanco, impreso o no, desciende agitado por el viento sobre las calles rotas de la City porteña, esas 40 manzanas que rodean la Casa Rosada (Palacio de Gobierno).
En los barrios, la nevada es menos espesa. Gente tranquila permanece en sus casas, viendo la televisión, sudando a mares si no tiene acondicionador de aire, pues el verano porteño es terrorífico: mucho calor, elevado índice de humedad y baja presión atmosférica.
Un día, ya no recuerdo de qué año, fui a ver a un amigo a su oficina por estas fechas, apenas iniciada la tarde, que es cuando comienza la nevada. Vi a muchos empleados rompiendo papeles blancos. Reían y se gastaban bromas entre ellos. Cuando tenían una cantidad interesante de papeles los arrojaban por la ventana. Algunos no parecían alegres. Daban la impresión de estar expiando sus culpas oficinescas del año mediante un raro rito blanco lanzado al aire.
A mi me da cierta impresión la nevada de papeles de los fines de año en Buenos Aires. Los papeles me parecen mariposas extraterrestres o retazos de telas que no se unirán para tejer un vestido de novia.
Pero quizás cada papelito de esos tenga una felicitación de Año Nuevo escrita en tinta invisible.

© José Luis Alvarez Fermosel

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