martes, 1 de octubre de 2013

El profeta del futuro



¡Cuántas cosas hemos ido descartando con el paso del tiempo! Algunas útiles, muchas hermosas, además.
Pero ya no son actuales, no están de moda, y no nos atrevemos a usarlas, aunque las tengamos, aunque recordemos aquello de Jean Baudrillard: “La moda es siempre lo no actual”.
La moda se acata a rajatabla, está sacralizada y hay que seguir sus dictados como los mandamientos de una religión, un rito ancestral o como se conserva un legado de familia.
Muchos objetos, prendas, adminículos y aun herramientas de antaño continúan siendo útiles hogaño; poseerlos y usarlos nos agrada, nos distiende o nos proporciona algún solaz.
La pluma estilográfica, por ejemplo, que todavía se usa para firmar determinados documentos, como poderes notariales o registros de la propiedad.
Hubo una época no precisamente remota, en la Argentina, en que el escribano mayor de gobierno guardaba las plumas con las que se había firmado un tratado, generalmente internacional. Después se exhibían al público. Algunas piezas eran verdaderamente de colección.
La negra y suave ebonita acaricia nuestros dedos, mientras el plumín dorado, o plateado se desliza por el papel trazando letras, o números con un garbo rápido y singular.
Un puñado de periodistas de los más veteranos, y varios escritores todavía escribimos en nuestras casas a mano borradores o apuntes, o firmamos nuestros recibos de sueldo con plumas estilográficas -para desesperación de los administrativos, afectos al bolígrafo y su escritura grumosa- y coleccionamos, o hacemos acopio de tan bellos instrumentos.

Algunos médicos…

Lo mismo hacen algunos médicos, lo cual no significa que por escribir con lapicera fuente su letra sea más legible.
¡Y qué me decís del lápiz! El lápiz de toda la vida, largo, esbelto, amarillo y negro, o azul y plata –Steadler 2B o Goldfaber HB-, cuya mina se afila con un sacapuntas, pequeño y simpático artilugio que sigue vendiéndose en las papelerías, como la goma de borrar y los cuadernos, utensilios para colegiales que también usamos los que ya pasamos con creces la edad escolar.
La máquina de escribir, las grandes cámaras fotográficas, los antiguos grabadores, llamados magnetófonos, las agendas, los blocks de notas, ni que hablar de los cuadernos de tapas de hule negro, con hojas rayadas…
En materia de prendas de vestir y accesorios pasaron a la historia los guantes –que no se usan,  haga el frío que haga-, los gemelos para los puños de la camisa, el clip de corbata – bueno, la corbata está ya en las últimas-, el sombrero, que tanto realza la altura, los anillos de sello y los prendedores, o sujetadores de billetes de banco.
Sólo los llamados “metrosexuales” se aplican loción para después de afeitar y se friccionan con colonia después de la ducha. Suelen ser criticados.

Las mujeres…

Las mujeres se desprendieron de menos cosas, me parece a mí. O las que desecharon fueron sustituídas por otras mejores y más prácticas. Así y todo, las españolas siguen luciendo airosamente mantón de Manila, mantilla de blonda, peineta de carey y abanico. 
Todo lo que hagan las mujeres –menos cuando se despendolan-, bien hecho está y a los hombres nos parece muy bien.
Muchos pensarán que todo esto de lo que escribo pertenece al pasado y “lo pasado pisado”.
Sí, pero el mejor profeta del futuro es el pasado.
Esto no lo digo yo, lo dijo Lord Byron.

© José Luis Alvarez Fermosel

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