Llueve. Unos edificios como los de época,
que tienen balcones con grandes cristaleras y barandas de hierro de los
llamados miradores; y la torre con sus buhardillas, que a veces dan a la calle
por pequeñas ventanas redondas como ojos de buey.
Poca gente en la rúa antañona, con el
pavimento que el agua caída parece haber revestido de papel de plata.
Del mismo modo, el paraguas –de los grandes-
del señor parece bruñido.
El autor de esta hermosa acuarela, el pintor
argentino Oscar Faliero ha elegido poéticos tonos violeta. La lluvia no llega a
velar las fachadas de los edificios con historia… e historias entre sus cuatro muros
de piedra, que se destacan en un elegante rincón de la ciudad.
El señor del paraguas luce una corbata
roja, lisa, que le llega hasta un poco más abajo del esternón, tal como la
llevaban en las películas de policías y ladrones de los años cuarenta Humphrey
Bogart, James Cagney, Edward G. Robinson y otros duros de entonces. “Bogey”
usaba de tanto en tanto corbatas de lazo, también llamadas “de pajarita”, o
“pajaritas”.
La señora rubia, de espaldas y en primer
plano, ¿irá a encontrarse con el caballero del paraguas, bajo el que se
cobijará ella también, y se irán los dos a un café del barrio?
¿Cómo termina la palabra que empieza por cole
–o algo así- y se lee parcialmente en la parte de arriba de lo que parece ser
una tienda de venta de ropa, casi enfrente de la señora?
La acuarela es una técnica de pintura
sobre papel con colores diluídos en agua. A veces deja ver el fondo del papel,
que aparece como otro tono, blanco, por lo general.
En las pinturas japonesa, china y coreana
la acuarela fue siempre el medio pictórico dominante, realizado frecuentemente
en tonalidades monocromáticas negras o sepia.
Ver el mundo a través del procedimiento
acuarelístico es, para un pintor dotado de sensibilidad y de pupila diáfana,
contemplar el espectáculo humano en una viva y permanente transparencia
cromática, dijo una vez Julio Trenas en el diario Pueblo de Madrid.
Privilegiado observador Oscar Faliero, que
reúne las condiciones necesarias citadas en el párrafo anterior para la
contemplación de la humanidad como salida de una paleta tan sabia como la suya.
Faliero nos muestra una bellísima acuarela
de suave colorido, con un rasgo de tersa melancolía de tarde de lluvia en la
ciudad.
© José Luis Alvarez Fermosel
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