sábado, 7 de marzo de 2009

Del álbum familiar

Habíamos ido juntos a ver un departamento que yo quería alquilar. Estábamos en el pasillo, de plantón, como quien dice. Una chica bastante mona esperaba, como nosotros, hablar con la persona encargada por la inmobiliaria de mostrar el apartamento a los interesados en alquilarlo.
Ella estaba sentada en un rincón, hecha un ovillito, como un cachorro de gato. Por momentos hacía sonar un raro juguete redondo, de hojalata y varios colores, que emitía una musiquilla insidiosa. No era el pianito que le traje de Madrid.
La historia del pianito, o del organito, mejor dicho, tiene su enjundia. Viajaba yo un día a España.
- ¿Qué quieres que te traiga? –le pregunté-
- Un mono, o un piano –me contestó-
No podía traerle, evidentemente, ni una cosa ni otra. Recorrí infinidad de jugueterías y otras tiendas de Madrid sin encontrar nada que se pareciera o sustituyera, mal que bien, a un piano, porque al mono lo quería de verdad, no de peluche.
Un día pasé por casualidad frente al escaparate de un negocio que vendía instrumentos musicales y vi un organito de poco más de medio metro de longitud, muy bonito, muy parecido a las pequeñas pianolas que usaban en todas partes –incluso en los tranvías de mulas de la época- los grandes músicos españoles de finales del siglo XIX y principios del XX, a fin de no perder la digitalización; Isaac Albeniz, que era amigo de mi abuelo paterno, iba siempre a todas partes con ese pianito de juguete.
El chisme que ella accionaba, ya dije, melancolizaba una salmodia semejante a la llamada a la oración del almuédano desde el alminar, en el ocaso de la tarde, o como la que fluye de las cajas de música cuando les das cuerda.
De las cajas de música salen siempre sones tristes. Las cargas con un pasodoble torero, de lo más alegre y jacarandoso, o con un chotis castizo y verbenero, y sale una especie de vals triste, como el de Sibelius; o un vals de despedida: el último que baila una pareja de enamorados en una fiesta, en un jardín, una noche de luna y él, o ella, se va al día siguiente y no volverá jamás.
Yo esperaba, impaciente. Y ella estaba allí, menudita y tranquila, un poco ausente, pensando sabe Dios en qué. Cada tanto extraía de aquel horroroso juguete musical, que ahora que lo pienso creo que le había regalado yo, algunas notas chirriantes.
Allí estábamos, los dos. Ella con su “jean” y sus hermosos ojos color de humo claro, por los que aún no había pasado ninguna tempestad, mirando la puerta del departamento, esperando que se abriera.
Yo, que ya había doblado varias veces el Cabo de las Tormentas, sentía esa inquietud, ese desasosiego inexplicable que le embarga a uno, como el esplín del hotel, en la hora crepuscular del atardecer, de imprecisa definición.
Ahora me viene, en una tarde de lluvia, el recuerdo de aquella otra, tan lejana.
Una vez más llego a la conclusión de que el tiempo se precipita en medidas confusas.


© José Luis Alvarez Fermosel

6 comentarios:

Susan.B dijo...

Querido y misterioso Caballero, esta vez has logrado confundirme.O no.Me pregunto porque no has puesto una foto de tu hermosa hija que seguro tienes allí bien visible.No necesita ser un retrato actual, pero si del tiempo de aquella tarde que se ha precipitado hoy en ti de manera confusa -
Vaya uno a saber ....

Anónimo dijo...

Efectivamente, Susan, vaya uno a saber... Es que soy un "mistery man". Cariños.

Anónimo dijo...

Gracias Papá. Hermoso como escribís. Me emocioné profundamente. Recuerdo esa tarde y aún conservo el organito que me trajiste de Madrid. Lástma que no pudo ser el mono no? Le hubiéramos puesto de nombre Bentenebros.
Te quiero. Sol

Anónimo dijo...

Sol: son las personas y los sentimientos que despiertan los que inspiran y guían la pluma de quienes nos dedicamos a este hermoso oficio de escribir, que también tiene lo suyo. Los recuerdos, sobre todo cuando son hermosos, se quedan impresos en la memoria para siempre. Ahora que has crecido, no descartes lo del mono... Ah, el nombre correcto es Beltenebros. Te quiero mucho. Papá.

Anónimo dijo...

Hermosísima nota, Caballero. Cada una que publica tiene una descripción y sensibilidad digna de un ser exquisito. Bellísimo este recuerdo. Me gustaría decirle a Susan.B que yo no comparto la idea de que ud. nos debe una foto de su hija. En definitiva, la foto publicada indica los 2 objetos deseados. Además, no nos debe nada ud. a nosotros. Es al revés:ud. nos regala con este blog muchísimas cosas a sus lectores y admiradores, que somos muchos. (Más a quienes, como yo, que somos inválidos, no tenemos más que este medio para comunicarnos con el mundo exterior.) Sabiduría, inteligencia, cultura, humor, etc., etc. Gracias, gracias mil. Le mando un beso gigante y también lo escucho a diario por radio. María Clara.

Anónimo dijo...

Querida María Clara: tu mensaje me ha puesto al borde de la emoción. Con sentimientos como los tuyos y con elogios tan sentidos y tan sinceros, da gusto afrontar los inconvenientes y sinsabores de una profesión de la que a veces no se ve más que el brillo externo, pero que en lo profundo tiene sus cosas negativas y oscuras. Tu luz aclara lo suficiente como para seguir el camino con paso firme. Un gran beso.