sábado, 28 de julio de 2012

Encuentro

El encuentro se produce en una cafetería de un centro de compras oblonga y de tonos oscuros en las paredes, mesas y sillas. Minimalismo y buen café.
Ella es muy joven, menuda y de apariencia modosa. Usa gafas y lo más conspicuo de su atuendo es una blusa azul cobalto bien rellena. Pelo rubio, teñido, como todas.
Tiene en la mesa un vaso con zumo de naranja, seguramente sin vodka. Si lo tuviera estaría frente a una agradable y reconfortante mezcla llamada “destornillador–“screw driver” en inglés-.
En la mesa de al lado dos señoras mayores muy bien puestas, con profusión de bisutería cara.
Dos muchachos, uno con las patillas que los ilustradores de los relatos de Sherlock Holmes adosan al rostro aquilino del genio de Baker Street, sirven bocadillos de colores, té, café con leche y bebidas sin alcohol.
Parejas jóvenes con niños y otra gente con bolsas de cartón que, seguramente, llevan prendas y objetos elegantes.
Un matrimonio setentón, o casi, ella con un vestido “charcoal brown” y un collar de perlas cultivadas; él con una chaqueta inglesa de mezclilla y zapatos color caramelo.
La iluminación está sabiamente matizada, los negocios son lujosos, los precios exorbitantes, la librería enorme y abarrotada de libros de temas de moda, como la autoayuda.
Una galería comercial, con su zona dedicada a la gastronomía y el esparcimiento es un microcosmos abigarrado, dinámico y entretenido. Se parece y no se parece a las grandes tiendas del estilo de Harrods, Bloomingdale o El Corte Inglés que entraron en la literatura. Recordemos “Grandes Almacenes”, de Cecil Roberts.
Un hombre joven, alto, corpulento, de poblada barba negra, camisa blanca y pantalón negro ocupa, de pronto, el centro de la escena. La muchachita de las gafas se precipita en sus brazos, perdiéndose en ellos como un pajarito entre las frondas de un bosque.
Pasa un policía de civil –son inconfundibles- tieso como el furor.

© José Luis Alvarez Fermosel

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