lunes, 9 de julio de 2012

Nos deja un malo que no podía ser más bueno


Se nos va, se nos ha ido ya en este año maldito para los artistas otro gran actor y otro gran hombre, grande incluso en su rotunda dimensión corpórea. Ha muerto Ernest Borgnine en Los Angeles a los 95 años.
Ya estoy escuchando la voz de alguien, que se cree en posesión de la verdad, diciéndome destempladamente:
- ¡Qué año ni qué leches, la gente se muere, sobre todo los viejos, es natural!
Es natural, sí: ¡es una cabronada como la copa de un pino! Y no sirve decir que el muerto de turno, como ya estará diciéndose en el caso del actor ganador del Oscar por “Marty”, en  1955, que “vivirá eternamente en nuestra memoria”.
Ha muerto y es una desgracia que no puede dejar de lamentarse.
En “Marty”, precisamente, demostró cómo un actor que parecía destinado por su físico -y por los directores-, a hacer siempre de malo, podía encarnar magistralmente a un carnicero solitario y sentimental, lleno de ternura.
No por ello se lució menos en papeles como el del malvado sargento que vapuleaba a Frank Sinatra en “De aquí a la eternidad”, o el del matón que perdía una pelea espectacular contra Spencer Tracy, a quien le faltaba el brazo izquierdo pero era judoca, en “Conspiración de silencio”.
“Veracruz” –donde lució su palmito y su mal carácter Sara Montiel-, “Johnny Guitar”, “Los doce del patíbulo”… Nos hizo pasar muy buenos ratos de chicos -y de grandes-, con sus películas.
Se había casado cinco veces, una de ellas con Katy Jurado, que hacía de ex amante del “sheriff” protagonizado por Gary Cooper en “A la hora señalada”.
Le entrevistamos un día en Madrid en una rueda de prensa, hace un millón de años, o cinco minutos. Vestía un traje gris Príncipe de Gales y sonreía, mostrando sus incisivos separados. Derrochó naturalidad, simpatía, buen humor. “Se quedó” con la prensa. Quiere decir que conquistó a los periodistas, incluso a los que la iban de duros. Ya sabía él hacer de duro, aunque no lo fuera.
Trabajó hasta poco antes de morir. Era un grande, lo repetimos.
¡Qué tristeza que nos haya dejado, aunque algunos piensen que ya tenía edad para morir!  

© José Luis Alvarez Fermosel

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