De un invierno, o de las postrimerías de un invierno,
más bien, que hace unos días parecía que quería quedarse para el diablo sabe
cuándo, hemos pasado sin transición a un verano anticipado con una temperatura
oscilante entre los 26 y los 34.5 grados centígrados en Buenos Aires.
Mientras tanto arden campos en grandes extensiones del
país, incendiados por combustión espontánea –se dice-.
Pobre Argentina, país sufrido si los hay, que ni los
fenómenos meteorológicos le dan tregua.
Las lluvias torrenciales, que se suceden con
frecuencia, provocan inundaciones que se llevan vidas y dejan secuelas de
destrucción y ruina.
Precisamente ahora se anuncian lluvia y frío para dentro
de unos días.
Todo anda manga por hombro.
Tendremos que apagar los incendios, lo primero.
Y poner al mal tiempo buena cara.
Parecemos ingleses, hablando del tiempo.
© José Luis Alvarez Fermosel
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