domingo, 2 de noviembre de 2014

Alguna vez en domingo (*)



Domingo, ya llegó el domingo otra vez. Otra semana. Me parece oir la voz de José Luis Agromayor cualquier martes, por ejemplo: “La semana está perdida…”.
Es domingo. Llueve. Nos hemos quedado en casa.
Hemos recordado los versos de Antonio Machado: “(…) los colegiales estudian, monotonía de lluvia tras los cristales…”.
A poco que uno se descuide le agarra la monotonía, por no decir el tedio del domingo, si uno no sale.
Ir y venir sin afeitar por todas partes, en pijama, bata y chinelas entraña el riesgo de  terminar revolviendo papelotes y encontrar una foto, o una carta –uno es de los tiempos en que se escribían cartas-. Y ya se sabe, apenas se contempla una o se relee la otra, según el caso, le salen a uno ronchas en el loco corazón.
Lo mismo le pasará si uno decide escuchar música, la que sea, lo mismo da. La nostalgia, artera y disimulada como un agente secreto, vendrá en puntas de pie.
De nada servirá recordar a Faulkner cuando dice en “Réquiem por una monja”: The past is never dead. It’s no even past (El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado). El derecho al pataleo, se llama esta figura.
El whisky, o cualquier otra bebida espirituosa igualmente noble tampoco sirve en este caso. Se empieza con una medida… y se termina bebiendo sin medida. ¡Y nada hay peor que un lunes con resaca!
Entonces, ¿qué hacer para conjurar el síndrome del domingo por la tarde, que ha matado a tanta gente?

Meterse en la cocina…

Pues muy sencillo, lo que hicimos Maite y yo: meterse en la cocina e inventar un guiso. ¡El guisote del domingo frío y lluvioso!
Se empieza por pelar patatas, como hicieron durante algún tiempo en sus comienzos cocineros hoy famosos.
En este caso un kilo y medio de patatas que se cortarán groseramente, es decir, en cubos irregulares. Luego viene el despellejamiento de chorizos de Cantimpalo.

Patatas domingueras

Ingredientes:

Los ingredientes son cebolla, ajos pelados y aplastados –elementos de apoyo imprescindibles en la gastronomía española-, chorizo colorado cortado en rodajas y tocino en dados medianos, una mano de cerdo cortada por la mitad (longitudinalmente), pimentón (dulce o picante, según el gusto), un par de hojas de laurel, dos tazas de caldo y un chorro de vino tinto.

Preparacion:

En una cacerola con un poco de aceite de oliva en el fondo se sofríen la cebolla, los ajos, el tocino y la pata de cerdo. Cuando la cebolla esté translúcida se añaden –digamos al menos una vez en lugar de se agregan- los líquidos, es decir, el caldo y el vino, que deben cubrir la preparación por completo.
Se deja hacer todo a fuego alto hasta el primer hervor. Después se baja el fuego a nivel medio/bajo.
Cuando el cuerito de la pata se ve tierno y parece que va a despegarse del hueso, se incorporan las patatas, el chorizo y el laurel; se añade caldo, si es necesario; se lleva todo a fuego medio/alto y se deja cocinar hasta que las patatas estén a punto. Después de haber probado el guiso de vez en cuando, para ver si falta algo y rectificar, se deja reposar.

Mientras se cocina, eso sí, hay que echarse al coleto de tanto en tanto un vasito de vino blanco.
Para acompañar esta “delicacy”, nada mejor que un vino tinto –genérico, de corte, para mí: no varietal-.
¡Buen apetito y  buen domingo para todos!

(*) “Nunca en domingo” es una película greco-estadounidense, escrita, dirigida y producida por Jules Dassin y protagonizada por Dassin y Melina Mercuri. Ganó el Oscar de 1961 por la mejor música y canción original. La comida, la bebida y la música juegan un papel importante en el film.

© José Luis Alvarez Fermosel

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