lunes, 24 de noviembre de 2014

El Chiringuito de Sitges



Al chiringuito, entrañable tenderete, merendero o puesto de bebidas al aire libre que jalona las playas españolas, no se le ha hecho justicia; y, lo que es peor, suele ser menospreciado por algunos, que opinan que es irrelevante y populachero.
No es así. El chiringuito tiene entidad, y más arquitectura y enjundia que los puestos callejeros de venta de salchichas de Manhattan, por poner un solo ejemplo.
Si uno, para su fortuna, está de vacaciones en verano en la encantadora ciudad marítima de Sitges, muy cerca de Barcelona (España) irá a la playa, como es natural, a nadar en el azul Mediterráneo.
Antes de meterse en el agua habrá tenido la precaución de encargar una paella, una cazuela de mariscos o una fritanga de pescado y una sangría a un chiringuito. El sol, el mar, el ejercicio dan hambre y sed.
El chiringuito deriva de chiringo, que es como se llamaba a un tipo de café en Cuba. El líquido filtrado por la manga era el chiringo, que se convirtió en el chiringuito, sinónimo de chorrito.
Un tal capitán Calafell fundó en 1913 el primer chiringuito, llamado precisamente así: El Chiringuito, con ce mayúscula. Competía con el Pabellón del Mar, que frecuentaban emigrantes que se habían hecho la América.
Sobre una mesa con azulejos escribía a mano allí César González-Ruano (¿Dónde habrá ido a parar aquella lujosa pluma estilográfica de ebonita y oro, que como la sortija sabía ir sola a la casa de empeños?)

Huésped del mar

De El Chiriguito salieron el libro “Huésped del mar”, de Ruano, más otros 10 títulos y los artículos que escribía para el diario “La Vanguardia” de Barcelona y la revista “Destino”. Todo escrito entre 1944 y 1946.
Sergi Doria dice que después de vivir en París y en Berlín “(…) Sitges brindaba a César el microclima que encandiló al Rusiñol de las fiestas modernistas”. Cita como los primeros amigos del escritor a sus cofrades Ramón Planas e Ignacio Agustí, y a los pintores Pere Pruna, Durancamps y Sisquella.
No es fácil describir una ciudad tan bella como Sitges. En una página del libro “Huésped del mar” se lee:”¡Qué difícil de situar este enorme mundo tan pequeñito en superficie! Sitges es una villa clara y pequeña. Pero limita al Este con las Indias de los virreyes, al Oeste con las costas romanas y las islas giegas, al Sur con Andalucía y Marruecos, al Norte con la Mairie de Montmartre”…
Alexander Lobrano compara a Sitges –también llamada la Blanca Subur- con Saint Tropez, Ibiza, Capri y la isla de Hvas en Croacia.
Sitges es la sede permanente del Festival Internacional de Cine de Cataluña, uno de los acontecimientos cinematográficos más importantes de Europa.
Hay que visitar el Museo Cau Ferrat, la Iglesia de San Bartolomé y Santa Teresa y el palacio de Maricet.
Y hacer los honores a las “delicacies” gastronómicas de la infinidad de chiringuitos que constelan sus playas.

© José Luis Alvarez Fermosel

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