lunes, 17 de diciembre de 2007

Crónicas de Madrid (XI)

Vivir en Madrid

Madrid no está tan caro como otras ciudades europeas, entre las cuales París, Londres y Roma. Pero no se atan los perros con longaniza.
A los argentinos y a los “espartinos” –mezcla de español y argentino, como este humilde cronista- se les plantea el problema de que cada euro que se gasten en la Villa y Corte, en el supuesto de que viajen a ella, les costará 4,60 pesos. Así que todo es, o está caro para nosotros.
Hay que rebuscárselas aprovechando las rebajas. En España, en vísperas de fiestas como las de Navidad y Año Nuevo, o cuando comienza el verano y los turistas caen en aluvión, se rebajan los precios porque se entiende que así puede comprar más gente y con menos dificultades.
Para comer, comprar ropa o lo que uno quiera, conviene ir a lugares que tengan buenos precios, dentro de todo, como los llamados ya desde hace tiempo “outlets”, por ejemplo los que venden zapatos; casi todos están en manos de chinos.
En esos establecimientos se pueden comprar zapatos para mujer y para hombre por 15 euros como promedio, que al cambio son 70 pesos argentinos. ¡Ojo, que estamos hablando de zapatos tan buenos, tan bien terminados y tan bonitos como los que se ven en las zapaterías de Buenos Aires a 200 y 350 pesos!
En los bazares chinos, que están por toda la ciudad, se encuentran buenas cosas y a buen precio.
Pero no se trata sólo de caminar bien calzado, también hay que comer, lo que puede hacerse, si se quiere comer fuera, ajustándose al menú que ofrecen –cada día uno distinto- restaurantes, tabernas, mesones, cervecerías, bares y cafés.
Los precios por el menú, que incluye dos platos a elegir entre varios, pan, vino de la casa (una botella), gaseosa –por lo general “La Casera”- y postre, los precios, decíamos, oscilan entre los siete euros y cincuenta céntimos y los 15 euros por persona.
Si antes de comer uno quiere tomarse un vaso de cerveza tirada o de vino con un aperitivo, casi siempre aceitunas, no pagará más de dos euros, sin contar la propina, que en esos casos suele ser de 20 ó 50 céntimos.
Las tajadas de bacalao rebozado y frito de Labra –frente a una de las entradas al Corte Inglés de Callao- son deliciosas, lo mismo que las croquetas, y cuestan 70 céntimos.
Antes de almorzar se desayuna, claro. Un café con leche en taza grande con churros o una tostada con manteca y mermelada, y un jugo –aquí le dicen zumo- de naranja no sale más de cuatro euros, o seis como mucho antes de las once de la mañana.
Si se ha tomado un taxi para ir a desayunar o a comer al mediodía, es decir, entre la dos y las tres y media, horario en el que almuerzan los españoles, uno se habrá gastado siete euros y, si la carrera fue larga, 10 ó más, depende, naturalmente, de la distancia. Si se le deja más de un euro de propina al taxista o al camarero, nos cantarán el pasodoble “España cañí”.
Antes, en el aeropuerto de Barajas, si uno ha contado con la ayuda de un maletero, habrá tenido que darle, como mínimo, cinco euros. El taxi desde el aeropuerto al centro de Madrid cuesta unos 25 euros.
Se puede ir en metro hasta el aeropuerto por un euro, más un adicional de dos con setenta céntimos, desde cualquier punto de la ciudad, más cómodamente, claro está, si se va ligero de equipaje, como en los versos de Antonio Machado.
Hablando de viajes y maletas, o valijas, en España sí que están baratas. Una mediana no cuesta más de 20 euros, ó 90 pesos argentinos. En Buenos Aires hemos visto en algún comercio la misma por 350 (76 euros) y hasta por 800 pesos (173 euros). ¡Cuidado con los mitos, que muchas cosas están más baratas en Madrid que en Buenos Aires, a pesar de que el cambio no nos favorece!
El autobús cuesta lo mismo que el metro: un euro. Madrid está muy bien comunicado en la superficie y bajo ella. De madrugada recorren la ciudad unos buses pequeños llamados popularmente “búhos”.
Después de comer, si uno quiere tomarse un café tendrá que oblar dos euros, como máximo. Una copa de coñac, o de cualquier otro aguardiente, vale entre seis y ocho euros.
Si se le va a dar al brandy –que es como ahora se le llama al coñac, por eso de las denominaciones de origen-, o a alguna otra bebida espirituosa, no estaría mal adquirir en una farmacia una caja de 20 aspirinas por tres euros, pensando previsoramente en la resaca de la mañana siguiente.
Si uno se resfría –cosa que no tendría nada de particular, porque el vientecillo del Guadarrama es muy cabroncete-, habrá que comprar Frenadol en sobrecitos por cuatro euros y tomarse dos o tres por día. La mejoría es casi inmediata.
Es público y notorio que el porteño –no ya la porteña, que es muy guapa y muy elegante- suele ser “cajetilla”, o sea, que le gusta vestirse bien. Pues que tome nota, si es que piensa viajar a Madrid. Un traje del diseñador Pedro del Hierro le costará en Cortefiel entre 250 y 350 euros. Si se lleva dos le hacen precio y le cobran 400 -cada traje con dos pantalones-.
Una camisa vale entre 28 y 35 euros. Una corbata de seda, 18 euros como mínimo.
La chaqueta denominada Teba –en honor del conde de Teba, que fue su diseñador- está en la tienda Canalejas, en la céntrica plaza del mismo nombre, a 102 euros. Las hay en verde, tostado, azul marino y negro.
Una entrada de cine cuesta 6 euros, lo mismo que un décimo de la Lotería Nacional, que se sortea todos los sábados. El premio gordo es de 350.000 euros, lo que vale un piso de 100 metros cuadrados en un barrio popular. La entrada de teatro vale 20 euros (platea). En los museos la entrada es gratis.
Una compra en un supermercado para todo el mes viene a salir por 150 ó 175 euros, según lo que se compre y según el supermercado, aunque la mayoría, por no decir todos, tienen los mismos precios.
Una docena de huevos de los llamados “large”, o sea, grandes, cuesta un euro y sesenta céntimos; un litro de leche, un euro; una botella de Coca Cola de dos litros, un euro y veinticinco céntimos; una botella de cerveza de un litro, entre uno y tres euros; un tetrabrik de vino, 50 céntimos –un vino bueno cuesta unos 14 euros y de ahí para arriba-; una botella de champán -¡perdón, de cava!-, está entre ocho y 25 euros, y también de ahí para arriba; una de whisky o de cualquier otro aguardiente, entre 11 y 14 euros.
Un litro de gasolina común vale un euro, lo mismo que el diario -dos euros los domingos, con varios suplementos- El precio de una revista no llega a los cuatro euros. Un corte de pelo para mujer o para hombre, nueve euros. Una tarjeta para hablar por teléfono, cinco euros. Un teléfono celular de buena marca, entre 30 y 50 euros.
El precio promedio de la estancia en un hostal digno –en el que no falta más que el mini bar- es de 60 euros por día y por habitación doble.
Un televisor plasma –no hay otros- de 32 pulgadas vale entre 650 y 850 euros. Una PC, un poco más de 1000 euros y una “note book” todavía un poco más, pero no mucho.
Un salario mínimo en España es de poco más de 700 euros.
Me estoy mareando con tantas cifras, así que pongo punto final, que ya está bien, y me voy a la taberna Doña Juana a tomar un vasito de vino tinto del tiempo, es decir, no helado, como tienen ahora la manía de servirlo en España en vez de “chambré”, como mandan los cánones.



© José Luis Alvarez Fermosel
Desde Madrid -2007
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Crónicas de Madrid (X): “Los piropos de los viejecitos”

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