sábado, 22 de diciembre de 2007

El macho posmo universal


Está en todas partes

Muchos amables visitantes de este blog me dicen que no sólo en Argentina hay machos posmo, sino también en otros países. Es rigurosamente cierto. Ya en una de mis crónicas desde Madrid dije que en la Villa y Corte abundan como las margaritas en los campos, en primavera. No lo dije tan bucólicamente, por cierto.
La verdad es que el hombre joven, el muchacho, nuestro querido muchacho –ya casi cuarentón, algunos pasan de los cuarenta- del posmodernismo está en todos, o en casi todos los países del mundo.
En Madrid los he visto en manadas, caminando por las calles atrafagadas de la ciudad con sus mochilas, que ahora llevan pegadas al pecho. A propósito, ya hay mochilas inteligentes, con una placa térmica que se calienta si hace frío y se enfría si hace calor. Tienen luces dentro y fuera de ella para encontrarlo todo, que naturalmente está hecho un revoltijo, con cierta facilidad. Cuesta aproximadamente 500 euros, la mitad del sueldo de un mileurista.
La mayoría de los hombres lleva hoy en día su mochila a cuestas, incluso cincuentones largos. Esa especie de dermatoesqueleto ha sustituído al portafolios y a la carpeta para llevar bajo el brazo. La mochila pertenece hoy al campo de la moda, como las ojotas, y se vende a carradas.
En cuanto a los machos posmo los he visto en todas partes, ya digo: en los transportes públicos, como en el metro -mirando sin ver a las señora mayores y a las embarazadas que viajan de pie-, con la mandíbula floja y la boca semiabierta, como los tontos de los pueblos, hace años; vestidos con blusones oscuros y esos pantalones que llegan un poco más debajo de la media pierna, que creo que antes se llamaban pescadores; parados en las esquinas, metiéndose el dedo en la nariz; en los quicios de las puertas, con una expresión vagamente anhelante, como esperando a alguien –tal vez a Godot…-.
En el aeropuerto de Barajas de Madrid vi a uno con un gigantesco sombrero de paja colgado a la espalda -¡novedad, novedad!-. Otros van con la botella de agua en una mano y en la otra un chocolatín.
La botella de plástico de un litro y medio de agua mineral no falta nunca en la impedimenta de un macho posmo.
Otro día vi a otro que se había quedado dormido en un asiento de un autobús. Tenía la boca abierta y en una mano, un pedacito de pan.
Otros, a los que acompañan algunas chicas a ver si cualquiera de ellos se decide, pero no hay caso, circulan a cierta velocidad en una suerte de patines con manijas, accionados por un pequeño motor eléctrico, algo así como una moto jibarizada, descafeinada.
(La moto se asocia con Marlon Brando desde tiempo inmemorial, cuando filmó “Un tranvía llamado deseo” con Vivian Leigh, y es un símbolo machista, de hombre recio; esa imagen no puede estar más lejos del carácter y los costumbres del macho posmo.)
La última moda: al macho posmo, ¡que es bien machito, oiga usted!, le gusta ahora frecuentar el trato de gays, quiere que se le vea con ellos, estima sus modales delicados y, al mismo tiempo, los cojones que tuvieron para salir del armario y andar por libre por la vida, cuando nuestra sociedad era todavía homofóbica, y no proto gay, como ahora. Ellos, los machos posmo, habrían sido incapaces de tomar una determinación como esa. Son demasiado irresolutos.
Bien, el caso es que algunos gustan de ofrecer un aire equívoco; que la gente, y sobre todo las chicas, se despisten y alguna, por ejemplo, pregunte: “¿Pero Beto es gay, o qué?”.
Beto se ríe de través, hace ojitos y pone cara de yo no fui pero... "¿y si lo soy?". No es nada, es una postura, un guiño, una broma, es “cool”...
A los gays no les gustan los machos posmo. A muchos heterosexuales, sí, e incluso ya están imitando varios de sus modos y su modas; es que son tan “cool”…
Ciertos críticos del macho posmo –nosotros no lo somos, nos limitamos a presentarlo y perfilarlo- dicen que este espécimen no es carne ni pescado, ni chicha ni limonada. Pero a él no le importa, en realidad no le importan demasiadas cosas, aparte de sus chiches electrónicos y, desde luego y por encima de todo, su teléfono móvil.
La imagen de un macho posmo limpiando amorosamente con un pañuelo de papel la ventanita de su celular es ya un clásico.
Los españoles enviaron 13.640 millones de mensajes por celular en 2004. En España hay unos 40 millones de habitantes; el 17 por ciento es mayor de 65 años y nunca manda mensajes; el 12 por ciento tiene menos de 10 años y tampoco envía mensajes; los que están entre los 50 y los 60 rara vez lo hacen.
Es decir, que un 80 por ciento de los 13.640 millones de mensajes fueron enviados por los poco más de 4 millones de adolescentes españoles, la mayoría machos posmo.
Los datos en cuestión están contenidos en un libro delicioso, titulado “Un adolescente bajo mi techo”, escrito por mi inteligente, culta y simpática compatriota y colega Ely del Valle y editado por Ramson House Mondadori.
Los machos posmo, en efecto, están en todas partes. Y mandan muchos mensajes por teléfono celular.

© José Luis Alvarez Fermosel

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y tiene razón la gente. Estuve por varios países de Latinoamerica y vi de todo y para todo. Incluso, hombre que ya rondan los 50. Es verdad, estimado Caballero Español, están por todas partes. ¿No se habrán convertido en plaga? Un abrazo grande y ¡muy buenas fiestas! César (pcia. BA)

Anónimo dijo...

Es muy posible, amigo César, que en muy poco tiempo tengan características de plaga. Pero no hay que preocuparse porque son totalmente innocuos, tal vez demasiado... Lo incomprensible es que hay quienes están hablando -y copiando- su... "filosofía". ¡Como si tuvieran alguna! Felices fiestas y un abrazo.

Baakanit dijo...

Hace poco vi a un hombre salir de su trabajo, de un edificio de la calle 33 de Manhattan, salió con su mochila puesta su "business suit" y un skateboard.

Yo no le veo nada de malo a la mochila, yo diría que es bastante práctica, cuando comencé a trabajar en una ambiente de negocios decidí cambiarla por un bolso de "mensajeros" y al cargar con tantas cosas pesadas estaba teniendo problemas de la espalda. La mochila es muy conveniente, no nos molesta tanto en la espalda y nos permite "multitask" efectuar diversas tareas ya que llevamos las manos libres.

Al igual que usted mi papá prefiere un maletín, lamentablemente, con la aparición de las laptops y lo fácil que es cargarlas en una mochila, los maletines han caído un poco en desuso.

Es muy ameno ver su punto de vista sobre estos asuntos.

Saludos

Anónimo dijo...

La mochila es muy práctica, en efecto, tal como tú dices aunque yo, como tu papá, prefiera el maletín. Total, para lo que tengo que llevar... Saludos.