martes, 3 de marzo de 2009

Todo cambia... de nombre

Por su interés, su actualidad y su crítica sutil y humorística a algunas de las cosas tan raras que peculiarizan a la sociedad posmoderna, tan hinchada, tan enfática, tan esnob, tan plagada de expresiones rimbombantes y mitos, posteamos la columna que bajo la volanta “Pensamientos incorrectos” publica el 3 de marzo de 2009 Rolando Hanglin en el diario La Nación, edición online, con el título “Todo cambia…de nombre”. Hay que leer un texto tan enjundioso, o sí o sí.

Todo cambia... de nombre

Al llegar a la playa, hemos tenido la osadía de llamar "bañero" al bañero. Es el mismo muchacho de siempre, con su slip blanco abultado, su espléndida musculatura y su rostro joven y armonioso. Pero está molesto.
- Yo no soy bañero, señor. Soy guardavidas. El bañero es una persona que limpia los baños. Una señora que pasa el trapo. Yo me ocupo de cuidar la vida de los que se bañan en el mar. Además, tengo estudios de guardavidas. Hay una diferencia...
Uno acepta cabizbajo la explicación y pide disculpas, pero en realidad las cosas no son como las dice nuestro joven amigo. Las personas que limpian los baños no se llaman "bañeros", en ninguna parte del mundo. Más bien se las denomina personal de limpieza, o de maestranza o de servicio. ¡Sabe Dios! Pero no "bañeros". Estos últimos son, sin duda alguna, los inconfundibles héroes del salvataje, los que hacen sonar el silbato y corren acarreando el flotador de corcho ante la admiración de niñas y señoras. Los bañeros de siempre. ¿Para qué cambiarle el nombre a una actividad tan celebrada? ¿Qué vergüenza hay en el hecho auspicioso de ser bañero? Guardar vidas suena más a medico o enfermero...¿Verdad?
Al llegar al departamento que hemos alquilado por una fortuna sideral, que nos garantiza quince días de alojamiento, establecemos un diálogo con el portero. Pero el hombre, amoscado, también nos reprende:
- Yo no soy portero. Portero es uno que cuida la puerta. Yo soy el encargado del edificio. Encargado, no portero, hágame el favor. Así se llama el Sindicato nuestro de nosotros: sindicato de encargados.
Humillado, uno acepta la reprimenda. Pero tampoco es acertada, ya que "encargado" significa a cargo de algo, sea un submarino, una cocina a gas o un grupo de estudiantes primarios. No define la función. En cambio, "portero" es palabra exacta como pocas. El portero siempre está en la puerta, o responde a un timbre bajo el cual se lee la palabra "portero", su misión principal consiste en permanecer allí con su gallardo uniforme, custodiando (por mero acto de presencia, no imaginen otra cosa) la puerta de un edificio de departamentos, además de algunas tareas menores. El portero riega la vereda con generosa manguera, para horror de Greenpeace, espía a las vecinas de vida alegre, a los solterones y -en general- a todos. Pero su misión está clara: es un portero hecho y derecho, no un encargado.
Ni bien ocupamos el departamento de veraneo llamamos a una mucama por horas, para mantenerlo limpio y en orden. Hicimos algunas llamadas telefónicas y, al rato, apareció una muchacha en la puerta.
- ¿Usted es la mucama?
- No, yo no soy mucama. Yo soy empleada.
- ¿Empleada?
- Empleada doméstica si usted quiere, señor, pero mucama no.
Después de este difícil comienzo, la charla se encaminó y pronto llegamos a un acuerdo económico. Las tareas que esta mujer habría de cumplir se ajustaban a lo que tradicionalmente han hecho las mucamas. Pero esta última palabra, sabe Dios por qué, se ha convertido en algo insultante.
Está bien: diremos en adelante "la empleada". Pero esto conlleva un empobrecimiento sensible de la lengua, ya que empleados somos todos, desde el gerente general hasta el cadete, desde el abogado corporativo hasta el diseñador de indumentaria sport. Empleada no es una buena palabra, no dice lo que tiene que decir. El sustantivo correcto es mucama.
Pero en estos tiempos todos queremos ser algo que no somos y sentimos una curiosa vergüenza por nuestra verdadera condición, de manera que apelamos al cambio de nombres para proteger nuestro pudor. Nos aplicamos sustantivos más elevados, y sobre todo más ampulosos, para que nuestra verdad esté mejor defendida.
Ahora lo estrafalario es "bizarro" (en spanglish).
El erotismo es "seducción".
Lo elegante tiene "glamour".
Lo sexual es "hot".
Y un homosexual es "under", "transgresor" o "alternativo".
Un hombre es un "masculino" (según la policía) y una mujer "un femenino"...¿O una femenina?
Obvio es decir que toda presidente es presidenta, por lo tanto la gerente es gerenta y el intendente del club será un intendento, ya que los sustantivos neutros han perdido su neutralidad.
Muchas otras palabras han salido a la palestra para representar realidades nuevas, o más bien nuevas formas de la nada: desde "terapeuta" hasta "sanador", desde la sutil "cata" de vinos hasta el misterioso "maridaje". Atención: aceptamos obedientemente estos y -de antemano- otros neologismos, porque todo cambia, sobre todo los nombres, mientras la realidad de las cosas sigue arrastrando sus chancletas y murmurando maldiciones en algún dialecto de los que hablaban los inmigrantes, aquellos que nos trajeron a este remoto país cuando las cosas se llamaban así nomás, como se han llamado siempre: el pan pan, y el vino vino. Se sospechaba, incluso, que todos esos cambios de nombre escondían en alguna parte un aumento de precio.
La realidad -no nos engañemos- es la de siempre: una vieja andrajosa que barre la vereda con su escoba medio descolada.

© Rolando Hanglin

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un genio como pocos!!! Qué bien dice todo lo que dice!!! Gracias Rolando!!!
Marcela

Anónimo dijo...

Marcela: Gracias por escribir. Saludos cordiales.

Susan.B dijo...

Hola Jose, muy preciso.Nuestro querido "sátrapa" me ha hecho reír con esto del portero gastando agua para el horror y espanto de Greenpeace.
Gracias Ro, observador , transgresor, delicado , educado y divino hombre de la radio.
Congratulations!Susan4

Anónimo dijo...

Gracias por escribir, Susan. Saludos.