Entran en un bar elegante un hombre y un caballo, uno al lado del otro. El hombre le dice al barman:
- Dos whiskies, por favor.
El encargado mira a la pareja con ojos desorbitados y dice, con un hilo de voz:
- ¿Cómo los quieren?
- Con hielo, en las rocas; ah, y que el whisky sea escocés.
El bartender sirve los whiskies. El caballo mete el hocico en su vaso y bebe a sorbitos, como beben siempre los caballos, no a lametones, como los perros. El hombre embaula su trago, pide la cuenta, paga, deja una buena propina y se va, siempre con el caballo a su vera. Antes de que salgan, el barman no puede contenerse y dice, señalando al caballo:
- ¡Qué raro!, ¿no?
- Sí –le contesta el hombre-, siempre pide cerveza.
Ahora, hablando de cerveza, nos topamos con este perro –boxer, por más señas- con una espumeante jarra en la mano, o sea, en la pata, y mirando al frente con la seriedad de todos los canes de su raza –que es aparente, me consta: tienen gran sentido del humor-.
Se ha dicho que hasta los gatos calzan zapatos. Ahora los caballos beben whisky alguna vez, y por lo general cerveza, y los perros, o por lo menos los boxers, cerveza, también. Bueno.
El perro es un señor perro, fuerte, bien plantado, se ve que le han recortado las orejas.
Yo tuve una perra boxer hermosísima y muy inteligente, de color canela, no atigrada, que se llamaba Kiruna, como una ciudad de Suecia. Me la regalaron de cachorra y le dejé sus orejitas intactas. No bebía cerveza. Eran otros tiempos.
Pero a lo que vamos, que el perro de la foto, a pesar de que está vestido de barman, con su corbata de lazo y todo, está en plan de consumidor y no de servidor y se va a tomar la jarra de cerveza, porque hay otra ya servida en la barra, y sin duda destinada a una persona –o a otro perro-, que está del lado del mostrador donde se sitúan los clientes.
¿Por qué no fraternizar?, ¿por qué no pueden chocar copas alguna vez un barman y un cliente, cada uno en su lugar?, ¿acaso no es democrático?
- Sí, pero es que en este caso es un perro el que…
- ¡Cállese! ¿Es que no es usted consciente de los tiempos que corren? ¡Ojalá que todas las cosas raras que pasan ahora fueran como éstas!
© José Luis Alvarez Fermosel
- Dos whiskies, por favor.
El encargado mira a la pareja con ojos desorbitados y dice, con un hilo de voz:
- ¿Cómo los quieren?
- Con hielo, en las rocas; ah, y que el whisky sea escocés.
El bartender sirve los whiskies. El caballo mete el hocico en su vaso y bebe a sorbitos, como beben siempre los caballos, no a lametones, como los perros. El hombre embaula su trago, pide la cuenta, paga, deja una buena propina y se va, siempre con el caballo a su vera. Antes de que salgan, el barman no puede contenerse y dice, señalando al caballo:
- ¡Qué raro!, ¿no?
- Sí –le contesta el hombre-, siempre pide cerveza.
Ahora, hablando de cerveza, nos topamos con este perro –boxer, por más señas- con una espumeante jarra en la mano, o sea, en la pata, y mirando al frente con la seriedad de todos los canes de su raza –que es aparente, me consta: tienen gran sentido del humor-.
Se ha dicho que hasta los gatos calzan zapatos. Ahora los caballos beben whisky alguna vez, y por lo general cerveza, y los perros, o por lo menos los boxers, cerveza, también. Bueno.
El perro es un señor perro, fuerte, bien plantado, se ve que le han recortado las orejas.
Yo tuve una perra boxer hermosísima y muy inteligente, de color canela, no atigrada, que se llamaba Kiruna, como una ciudad de Suecia. Me la regalaron de cachorra y le dejé sus orejitas intactas. No bebía cerveza. Eran otros tiempos.
Pero a lo que vamos, que el perro de la foto, a pesar de que está vestido de barman, con su corbata de lazo y todo, está en plan de consumidor y no de servidor y se va a tomar la jarra de cerveza, porque hay otra ya servida en la barra, y sin duda destinada a una persona –o a otro perro-, que está del lado del mostrador donde se sitúan los clientes.
¿Por qué no fraternizar?, ¿por qué no pueden chocar copas alguna vez un barman y un cliente, cada uno en su lugar?, ¿acaso no es democrático?
- Sí, pero es que en este caso es un perro el que…
- ¡Cállese! ¿Es que no es usted consciente de los tiempos que corren? ¡Ojalá que todas las cosas raras que pasan ahora fueran como éstas!
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
Muy cierto:ojalá lo raro fuese siempre simpático...
muy buen blog, lo tendré en cuenta...
Titán: ¡cómo obliga tu nombre...! Te agradezco mucho tu mensaje y lo que tiene de agradable y halagador. Salud, suerte y que sigan los éxitos. Un abrazo.
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