Sí, hombre -o mujer- ríase usted, que la vida es bella, y siempre da motivo para reirse, a pesar de todo.
Fíjese usted, de cuando en cuando, en las cosas positivas de la vida que, como las brujas…, que las hay, las hay.
Reírse, además, activa la friolera de cuatrocientos músculos en la cara. Y produce una sensación de bienestar, ya que libera endorfinas.
Esto lo dicen científicos a los que hay que hacer caso, y no a esos otros que sostienen que llorar es bueno porque aclara la voz, lava la cara y descongestiona el cerebro. ¡Farsantes! Reírse, y no llorar, es lo bueno.
Hágase amigo de la gente que cuenta chistes, vaya a ver películas cómicas, frecuente el trato de personas graciosas, que también las hay, como las brujas; lea a los humoristas, que para eso se desviven escribiendo cosas cómicas, o dibujando esos entrañables personajes de historieta de los que nos hacemos amigos.
No sé trata de ser irresponsable, o de no tomarse en serio las cosas serias, sino de darse una tregua a uno mismo, hacer una pausa, darle la batalla al estrés, gastar alguna broma de tanto en tanto -siempre que no sea pesada-, tomarse uno mismo el pelo, divertirse, vaya.
No es tan difícil. Hay que proponérselo. Hay que hacer una suerte de ejercicio de retroalimentación, porque si todo está difícil, si nada va como tiene que ir..., pues razón de más para armarse de optimismo y de fuerza para presentar pelea, que a lo mejor no hay que presentarla porque todo se arregla por las buenas.
Reírse es sanísimo, ya digo, y no es tan difícil. Hay que probar. Si no se consigue a la primera, insistamos. Busquemos la situación, el detonante, la lectura, el dicharacho de ese rico tipo que dice cosas tan graciosas por la radio o la televisión, la compañía de esa persona que exagera como un andaluz o que tiene verdadera vis cómica.
Dibujemos al menos una sonrisa en nuestra cara, tan seria, todos los días. Un poquito cada vez. Se puede, ya verá usted. Es cuestión de intentarlo, de tener fe en uno mismo.
Otros lo hacen. Otros, mucha gente se ríe con ganas. Y eso no quiere decir que no tenga problemas, que no sufra.
En suma, que hay que reírse a raja bonete, como se dice en Argentina.
Fíjese usted, de cuando en cuando, en las cosas positivas de la vida que, como las brujas…, que las hay, las hay.
Reírse, además, activa la friolera de cuatrocientos músculos en la cara. Y produce una sensación de bienestar, ya que libera endorfinas.
Esto lo dicen científicos a los que hay que hacer caso, y no a esos otros que sostienen que llorar es bueno porque aclara la voz, lava la cara y descongestiona el cerebro. ¡Farsantes! Reírse, y no llorar, es lo bueno.
Hágase amigo de la gente que cuenta chistes, vaya a ver películas cómicas, frecuente el trato de personas graciosas, que también las hay, como las brujas; lea a los humoristas, que para eso se desviven escribiendo cosas cómicas, o dibujando esos entrañables personajes de historieta de los que nos hacemos amigos.
No sé trata de ser irresponsable, o de no tomarse en serio las cosas serias, sino de darse una tregua a uno mismo, hacer una pausa, darle la batalla al estrés, gastar alguna broma de tanto en tanto -siempre que no sea pesada-, tomarse uno mismo el pelo, divertirse, vaya.
No es tan difícil. Hay que proponérselo. Hay que hacer una suerte de ejercicio de retroalimentación, porque si todo está difícil, si nada va como tiene que ir..., pues razón de más para armarse de optimismo y de fuerza para presentar pelea, que a lo mejor no hay que presentarla porque todo se arregla por las buenas.
Reírse es sanísimo, ya digo, y no es tan difícil. Hay que probar. Si no se consigue a la primera, insistamos. Busquemos la situación, el detonante, la lectura, el dicharacho de ese rico tipo que dice cosas tan graciosas por la radio o la televisión, la compañía de esa persona que exagera como un andaluz o que tiene verdadera vis cómica.
Dibujemos al menos una sonrisa en nuestra cara, tan seria, todos los días. Un poquito cada vez. Se puede, ya verá usted. Es cuestión de intentarlo, de tener fe en uno mismo.
Otros lo hacen. Otros, mucha gente se ríe con ganas. Y eso no quiere decir que no tenga problemas, que no sufra.
En suma, que hay que reírse a raja bonete, como se dice en Argentina.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
“Habría que reírse más”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/03/habra-que-reirse-ms.html)
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