Conocí en París, hace muchos años, a un policía corso, muy bajito, que se hacía poner tacones más altos de lo normal en los zapatos por un zapatero remendón de la calle Sebastopol, cerca de una sastrería de medio pelo que regentaba un judío polaco.
En una época había muchos corsos en la Sûreté Nationale parisiense, en la calle de los Saussaies. Casi todos eran cetrinos, se dejaban bigote, algunos con guías caídas, a la mexicana, fumaban cigarrillos emboquillados y lucían, al menos siete de cada diez, una sortija con un diamante amarillo –verdadero o falso- en el dedo anular de la mano izquierda.
La inmensa mayoría no pasaba del metro setenta. Muchos se metían un mazo de cartas dentro de cada zapato, o usaban los tacones dobles, como mi amigo, a fin de parecer más altos.
Ahora, a tantos años de mis viajes a París los fines de semana y las vacaciones –yo vivía entonces en Londres-, no sé si habrá en la Sûreté policías corsos, y bajitos, que quieran parecer más altos aumentando los tacones de sus zapatos, como hacían también algunos bailarines de tango bajos en Buenos Aires.
Pero el caso es que los tacones altos para hombres bajos, sean corsos o no, están de rabiosa moda hoy por hoy en todo el mundo. Silvano Lattanzi, uno de los mejores zapateros de Italia, hace 3.000 pares de esos zapatos al año, lo que le produce pingües ganancias.
La diferencia entre ayer y hoy es que antes usaban zapatos con tacones altos los bajos, y ahora también se los ponen los altos, como Karl Lagerfeld, que mide un largo metro ochenta, como este humilde servidor de ustedes que, ¡lo juro!, usa zapatos de tacón normal.
Para mayor información, lean la nota que escribe sobre ese tema Laura Lucchini desde Milán, que si no es actualmente la capital mundial de la moda, por ahí anda.
En una época había muchos corsos en la Sûreté Nationale parisiense, en la calle de los Saussaies. Casi todos eran cetrinos, se dejaban bigote, algunos con guías caídas, a la mexicana, fumaban cigarrillos emboquillados y lucían, al menos siete de cada diez, una sortija con un diamante amarillo –verdadero o falso- en el dedo anular de la mano izquierda.
La inmensa mayoría no pasaba del metro setenta. Muchos se metían un mazo de cartas dentro de cada zapato, o usaban los tacones dobles, como mi amigo, a fin de parecer más altos.
Ahora, a tantos años de mis viajes a París los fines de semana y las vacaciones –yo vivía entonces en Londres-, no sé si habrá en la Sûreté policías corsos, y bajitos, que quieran parecer más altos aumentando los tacones de sus zapatos, como hacían también algunos bailarines de tango bajos en Buenos Aires.
Pero el caso es que los tacones altos para hombres bajos, sean corsos o no, están de rabiosa moda hoy por hoy en todo el mundo. Silvano Lattanzi, uno de los mejores zapateros de Italia, hace 3.000 pares de esos zapatos al año, lo que le produce pingües ganancias.
La diferencia entre ayer y hoy es que antes usaban zapatos con tacones altos los bajos, y ahora también se los ponen los altos, como Karl Lagerfeld, que mide un largo metro ochenta, como este humilde servidor de ustedes que, ¡lo juro!, usa zapatos de tacón normal.
Para mayor información, lean la nota que escribe sobre ese tema Laura Lucchini desde Milán, que si no es actualmente la capital mundial de la moda, por ahí anda.
© José Luis Alvarez Fermosel
“Los tacones son cosa de hombres”
(http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/tacones/cosa/hombres/elpepirdv/20080718elpepirdv_19/Tes)
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