Un barman podría ser un personaje de una novela policial. Ellery Queen jugó con la idea de un barman detective.
- ¿Y por qué no un asesino, o por lo menos un ladrón?, me dice un amigo, aficionado como yo a los bares y los enigmas.
- No, no lo veo, le respondo.
Uno se imagina siempre al encargado del bar haciendo lo que tiene que hacer: trajinar con copas, vasos, cocteleras, alcoholes, salsa inglesa, angostura, especias y otros utensilios y aditamentos propios de su oficio, y no manipulando sogas, puñales, cachiporras y otros ominosos instrumentos de destrucción. No es creíble que un barman saque bruscamente una pistola de debajo del mostrador y le pegue un tiro a un parroquiano. Eso se veía en las películas del Oeste, cuando el encargado del “saloon” tiraba de escopeta recortada al empezar la sarracina.
- ¿Y si vierte veneno en alguna copa? Acuérdate de Agatha Christie y su novela “Cianuro espumoso”.
- Mira, no lo creo, qué quieres que te diga. Como tampoco lo veo robándoles las propinas a los camareros, o la cartera a un cliente. Lo veo más como testigo presencial de un crimen. O como detective, como lo vio Ellery Queen.
Alguien que se pasa la vida detrás de la barra de un bar, sirviendo copas y escuchando conversaciones y confidencias de quienes beben y charlan al otro lado del mostrador, termina por convertirse en un psicólogo o en un consejero, y muy bien podría hacer ocasionalmente de detective. Si tiene sentido común, buen criterio y simpatía, disfrutará de la consideración y la estima de sus clientes, de quienes se hará amigo.
Con los tiempos que corren, lo veo más como víctima –de un atraco, por ejemplo- que como victimario.
Un barman no puede ser un asesino.
- ¿Y por qué no un asesino, o por lo menos un ladrón?, me dice un amigo, aficionado como yo a los bares y los enigmas.
- No, no lo veo, le respondo.
Uno se imagina siempre al encargado del bar haciendo lo que tiene que hacer: trajinar con copas, vasos, cocteleras, alcoholes, salsa inglesa, angostura, especias y otros utensilios y aditamentos propios de su oficio, y no manipulando sogas, puñales, cachiporras y otros ominosos instrumentos de destrucción. No es creíble que un barman saque bruscamente una pistola de debajo del mostrador y le pegue un tiro a un parroquiano. Eso se veía en las películas del Oeste, cuando el encargado del “saloon” tiraba de escopeta recortada al empezar la sarracina.
- ¿Y si vierte veneno en alguna copa? Acuérdate de Agatha Christie y su novela “Cianuro espumoso”.
- Mira, no lo creo, qué quieres que te diga. Como tampoco lo veo robándoles las propinas a los camareros, o la cartera a un cliente. Lo veo más como testigo presencial de un crimen. O como detective, como lo vio Ellery Queen.
Alguien que se pasa la vida detrás de la barra de un bar, sirviendo copas y escuchando conversaciones y confidencias de quienes beben y charlan al otro lado del mostrador, termina por convertirse en un psicólogo o en un consejero, y muy bien podría hacer ocasionalmente de detective. Si tiene sentido común, buen criterio y simpatía, disfrutará de la consideración y la estima de sus clientes, de quienes se hará amigo.
Con los tiempos que corren, lo veo más como víctima –de un atraco, por ejemplo- que como victimario.
Un barman no puede ser un asesino.
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
“¡Cuidado con el ‘barman’!”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/06/cuidado-con-el-barman.html)
“¡Cuidado con el ‘barman’!”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/06/cuidado-con-el-barman.html)
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