El cochecito, tirado por un caballo blanco que parece brioso, se acerca a un edificio de sólida construcción española, rodeado de árboles.
Sólo se ve del auriga parte de un brazo que asoma por el pescante. La mano empuña un largo látigo.
Para mí que se dirige a Ogden –capital del condado de Weber, en Utah, uno de los Estados Unidos de América del Norte, cuya capital es Salt Lake City, la ciudad de los mormones-.
El tílbury ha tenido que atravesar parte de una comarca cuyo terreno está alfombrado por flores silvestres. El invierno fue lluvioso, pero llegó la primavera y el desierto recoge el premio.
Cactos gigantescos, saguaros de más de cinco metros de altura, nopales, chovas, biznagas, pitahayas semejantes a verdes tubos de trombones que sólo la naturaleza podría hacer sonar.
Todo florecido. Esas plantas fantasmales dan unas flores blancas y amarillas de una hermosura excepcional.
Las colinas ascienden hasta convertirse en montañas rocosas.
El cañón del Eco, un cúmulo de pirámides, riscos, montes, agujas y aislados torreones de piedra. Años después se levantaría allí el poblado de Eco, regado por manantiales de agua purísima.
Utah pasó a formar parte de México en 1821, como parte de la Alta California, al independizarse México de España.
California era todavía española durante el reinado de Carlos III, que habría de ayudar a George Washington en su Guerra de la Independencia contra los ingleses, hecho histórico que pocos de los actuales estadounidenses deben recordar.
El caso es que el cochecillo…
- Perdón, señor; estamos en el año 2011.
- ¿Cómo dice?
- Que ha pasado mucho tiempo de todas esas cosas que usted recuerda –y al mismo tiempo imagina-, comentando un dibujo. Estamos en el siglo XXI, en pleno apogeo de la Revolución Tecnológica y la Globalización.
Técnología de punta, homogeneización, colectivismo, panópticos…¡Pues es verdad, estamos en el siglo XXI!
© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:
No sólo fue Lafayette
Sólo se ve del auriga parte de un brazo que asoma por el pescante. La mano empuña un largo látigo.
Para mí que se dirige a Ogden –capital del condado de Weber, en Utah, uno de los Estados Unidos de América del Norte, cuya capital es Salt Lake City, la ciudad de los mormones-.
El tílbury ha tenido que atravesar parte de una comarca cuyo terreno está alfombrado por flores silvestres. El invierno fue lluvioso, pero llegó la primavera y el desierto recoge el premio.
Cactos gigantescos, saguaros de más de cinco metros de altura, nopales, chovas, biznagas, pitahayas semejantes a verdes tubos de trombones que sólo la naturaleza podría hacer sonar.
Todo florecido. Esas plantas fantasmales dan unas flores blancas y amarillas de una hermosura excepcional.
Las colinas ascienden hasta convertirse en montañas rocosas.
El cañón del Eco, un cúmulo de pirámides, riscos, montes, agujas y aislados torreones de piedra. Años después se levantaría allí el poblado de Eco, regado por manantiales de agua purísima.
Utah pasó a formar parte de México en 1821, como parte de la Alta California, al independizarse México de España.
California era todavía española durante el reinado de Carlos III, que habría de ayudar a George Washington en su Guerra de la Independencia contra los ingleses, hecho histórico que pocos de los actuales estadounidenses deben recordar.
El caso es que el cochecillo…
- Perdón, señor; estamos en el año 2011.
- ¿Cómo dice?
- Que ha pasado mucho tiempo de todas esas cosas que usted recuerda –y al mismo tiempo imagina-, comentando un dibujo. Estamos en el siglo XXI, en pleno apogeo de la Revolución Tecnológica y la Globalización.
Técnología de punta, homogeneización, colectivismo, panópticos…¡Pues es verdad, estamos en el siglo XXI!
© José Luis Alvarez Fermosel
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