La chair est triste, hélas, et j’ai lu tous les livres… (Brise Marine, Mallarmé)
Los libros, un día, se cansan de estar siempre en sus estantes uno al lado del otro, tan ordenaditos, tan formales.
Y se ponen a moverse a su aire, a desordenarse y a volverse a ordenar como al compás de invisibles instrumentos tocados por músicos con un particular sentido del ritmo.
Objetos de adorno y hasta un reloj les siguen la corriente.
¡Las cosas que pasan en las casas en cuanto uno da media vuelta y se va!
Ni los libros son de fiar.
Los libros, un día, se cansan de estar siempre en sus estantes uno al lado del otro, tan ordenaditos, tan formales.
Y se ponen a moverse a su aire, a desordenarse y a volverse a ordenar como al compás de invisibles instrumentos tocados por músicos con un particular sentido del ritmo.
Objetos de adorno y hasta un reloj les siguen la corriente.
¡Las cosas que pasan en las casas en cuanto uno da media vuelta y se va!
Ni los libros son de fiar.
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