El tan traído y llevado Cioran, cuyo nombre citan con frecuencia, llenándose la boca, tantos intelectuales; ese nihilista absoluto, cortesano del pesimismo, esteta de la desesperación, no tenía empacho en trazar su propia caricatura.
Se autocalificaba de sepulturero con un leve barniz de metafísico, triste por decreto divino, mortinato de clarividencia...
Se reía, o por lo menos sonreía con frecuencia, cómplice de sí mismo, entornados sus ojillos, siempre alborotados sus cabellos blancos, en su rincón del Café de Flore del Boulevard Saint-Germain-des-Prés de París.
El escritor y doctor en Filosofía y Letras español –no filósofo, que no es lo mismo-, Fernando Savater cuenta en su Ensayo sobre Cioran que escribió su tesis sobre el pensador rumano-francés, tan poco conocido entonces en España que empezó a circular por los ambientes universitarios la especie de que Cioran no existía.
“…Dicen que usted no existe”
Savater le mandó una carta señalándole: Aquí aseguran que usted no existe. Cioran le contestó: ¡Por favor, no les desmienta!
Buena respuesta de quien, como recuerda Gómez Calero en su delicioso libro Filosofía para bufones, siempre proclamó la inanidad de la existencia y la idea de que lo mejor de todo sería no haber nacido.
Reconozcámosle sentido del humor a Ciorán, nacido en Bucarest en 1911 y residente como apátrida en París, donde escribió, llevó una vida serena, poco o nada acorde con su prédica disolvente y murió en 1995.
Antes había estudiado filosofía. Su tesis de doctorado se basó en el filósofo francés Henry Bergson, lo que le valió una beca del Instituto Francés.
Su obra es un compendio sistemático de virulentas diatribas contra todas las ideologías, religiones y filosofías creadas por el hombre para justificar su vida y sus obras.
En Breviario de podredumbre -su primer libro escrito en francés- critica la falta del sentido de la realidad y la tendencia a la exageración que confunden tanto al hombre moderno.
Silogismos de la amargura, La tentación de existir, La caída en el tiempo y Del inconveniente de haber nacido son sus ensayos más divulgados, escritos entre 1952 y 1973.
Otras obras suyas son Ejercicios de admiración (1986) y El crepúsculo del pensamiento (1991)
Manejó la paradoja, el silogismo y el aforismo tan bien como sus amados prosistas del siglo XVIII (Voltaire, Diderot, Marivaux, Rousseau…).
Para Cioran el hombre es fundamentalmente execrable.
© José Luis Alvarez Fermosel
Se autocalificaba de sepulturero con un leve barniz de metafísico, triste por decreto divino, mortinato de clarividencia...
Se reía, o por lo menos sonreía con frecuencia, cómplice de sí mismo, entornados sus ojillos, siempre alborotados sus cabellos blancos, en su rincón del Café de Flore del Boulevard Saint-Germain-des-Prés de París.
El escritor y doctor en Filosofía y Letras español –no filósofo, que no es lo mismo-, Fernando Savater cuenta en su Ensayo sobre Cioran que escribió su tesis sobre el pensador rumano-francés, tan poco conocido entonces en España que empezó a circular por los ambientes universitarios la especie de que Cioran no existía.
“…Dicen que usted no existe”
Savater le mandó una carta señalándole: Aquí aseguran que usted no existe. Cioran le contestó: ¡Por favor, no les desmienta!
Buena respuesta de quien, como recuerda Gómez Calero en su delicioso libro Filosofía para bufones, siempre proclamó la inanidad de la existencia y la idea de que lo mejor de todo sería no haber nacido.
Reconozcámosle sentido del humor a Ciorán, nacido en Bucarest en 1911 y residente como apátrida en París, donde escribió, llevó una vida serena, poco o nada acorde con su prédica disolvente y murió en 1995.
Antes había estudiado filosofía. Su tesis de doctorado se basó en el filósofo francés Henry Bergson, lo que le valió una beca del Instituto Francés.
Su obra es un compendio sistemático de virulentas diatribas contra todas las ideologías, religiones y filosofías creadas por el hombre para justificar su vida y sus obras.
En Breviario de podredumbre -su primer libro escrito en francés- critica la falta del sentido de la realidad y la tendencia a la exageración que confunden tanto al hombre moderno.
Silogismos de la amargura, La tentación de existir, La caída en el tiempo y Del inconveniente de haber nacido son sus ensayos más divulgados, escritos entre 1952 y 1973.
Otras obras suyas son Ejercicios de admiración (1986) y El crepúsculo del pensamiento (1991)
Manejó la paradoja, el silogismo y el aforismo tan bien como sus amados prosistas del siglo XVIII (Voltaire, Diderot, Marivaux, Rousseau…).
Para Cioran el hombre es fundamentalmente execrable.
© José Luis Alvarez Fermosel
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