lunes, 11 de febrero de 2013

Lluvia en la ciudad



La lluvia, un fenómeno devastador más de la Naturaleza, inunda, apaga, destruye y mata cuando surge como una letal masa de agua lanzada por doquier sin control.
Pero cuando languidece y llora, sus lágrimas caen dulcemente al ralenti en vertical, difuminan la tarde, rayan el paisaje y empapan la tierra y el cesped, que exhalan un aroma delicioso.
La lluvia, de esa guisa, es encantadora y muy beneficiosa para el campo.
Y da lugar a imágenes urbanas y suburbanas de gran belleza, como la que ilustra estas líneas.
Una mujer esbelta y elegante camina bajo la lluvia con su paraguas y su perro. Emerge de una masa de grisura apenas diluída la por la tenue luz de una ventana iluminada.
De los dos personajes, se nota que el perro no va muy contento; si acaso, resignado, porque  va mojándose.
En cambio, la dama, a pesar de su encogimiento de hombros –quizá porque haga frío-, no parece resignada, ni siquiera indiferente, sino embargada por una suerte de disimulado rogocijo: como si no hubiera llovido en mucho tiempo y agradeciera la caída de una lluvia refrescante y amable.
Además, no se moja; camina bajo un paraguas abierto.
El artista a quien se debe la imagen convirtió un momento de una tarde de lluvia en la ciudad en un flash, tanto más expresivo y más grato de mirar cuanto que tiene el primor de la sencillez y el verismo y es apenas algo más que un detalle.

© José Luis Alvarez Fermosel

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