Son de barro, como
somos todos, como fuimos todos, o de donde procedemos, según nos dice la Biblia.
Las terracotas
llamadas tanagrinas estuvieron de
moda en el mundo griego durante todo el siglo IV a. de C. Los primeros
ejemplares se descubrieron en Tanagra, en la periferia de la Grecia central.
Son unas estatuillas
de barro cocido que vieron la luz en los talleres de los escultores –alabastro
y agua de río, ¿por qué no del río del Devenir de Heráclito?-.
Tanagra: un nombre
que se pronuncia con las papilas gustativas y cataliza la invención poética, no
exenta de un cierto exotismo barroco.
Una denominación
completamente femenina y apta, a su conjuro, para comenzar un idilio de más o
menos urgencia.
¿Quién no ha dicho
alguna vez –fuera de la ciudad de Tanagra, donde no tendría gracia decirlo- a
una mujer que es sutil y al mismo tiempo rotunda como una tanagra?
- Eres clara y
oscura como una tanagra; ¡y tan hermosa…!
- Eres un escultor
de sueños.
¿Quién no ha tenido
una tanagra sobre una biblioteca en una casa junto al mar?
Juan de Ávalos movía
en Cuelgamuros grupos escultóricos de más de veinte kilos con la gracia y el
arte de ágiles tanagras, se asombraba Villarta en Rutas.
La vitrina de las tanagras me da altos consuelo, decía
César González-Ruano -lo cito siempre, ya lo sé- a la salida de la casa de
Eugenio Montes después de entrevistarle para el diario Arriba y camino del bar
del Palace, tosiendo por las esquinas.
Uno tuvo varias
tanagras en su vida, que perdió en mudanzas, alguna regaló, otras se rompieron
y otras se las hurtaron.
Las echamos de
menos. Alguna nos trajo buena suerte, otras nos alegraban la vista, en especial
las que representaban mujeres desnudas.
Ahora tenemos una
computadora: una máquina cuyo nombre suena a cómputos y otras operaciones
aritméticas; nada poético, aunque la geometría, que es otra cosa, se explique
en un soneto.
En la computadora –que
en España se llama ordenador- escribimos hoy desordenadamente sobre tanagras
frente a la pantalla azul y nos chirría el alma.
© José Luis Alvarez Fermosel
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