miércoles, 27 de febrero de 2013

Dormir o no dormir, esa es la cuestión



Uno duerme a los trancos, pasó largas temporadas víctima de un irritante y nocivo insomnio –pese a tener la conciencia tranquila-; en otras oportunidades tuvo que tomar pastillas para dormir, o inductores del sueño.
Es persona de mal sueño, y de malos sueños. Se despierta por cualquier cosa, quizá por dormir siempre con un ojo cerrado y otro abierto, tic adquirido en épocas lejanas y lugares y circunstancias peligrosas, a lo largo de su azaroso oficio de periodista, muchas veces como enviado especial permanente y otras tantas como metomentodo, o perejil de todas las salsas.
Practicante de todos los modos y maneras que se recomiendan –casi siempre sin saber- para conciliar el sueño, nunca tuvo mucha suerte al respecto, lo que por otro lado le vino bien, porque aprovechó para leer. Los libros y la luz tamizada de mesita de luz, o mesilla de noche –como se dice en España- le son familiares y simpáticos.
Hoy leo en el diario La Nación de Buenos Aires un documentado e interesante trabajo para todos los insomnes, que firma Mariana Israel y en el que se echan por tierra varios mitos y se dicen unas cuantas verdades.
Bueno será poner en práctica los acertados consejos que se nos dan en ese artículo, aunque aquellos que roncan o sufren de apneas no tengan posibilidad de mejorar su sueño tomando un vaso de leche tibia antes de irse a la cama -¡cuánto se ha visto esto en la películas …!-, o ajustándose a otras técnicas caseras y tengan que acudir a la medicina a fin de hallar remedio para su insomnio.
Ya está uno grande para que le cuenten cuentos a la cabecera de la cama. Se los cuentan a toda hora, además.

© J. L. A. F.

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