Ya está aquí desde
hace unos días, vino a paso de lobo, como acostumbra. Poca gente se dio cuenta.
El otoño.
La garúa deslavazada
que le precedió un día antes de su instalación en Buenos Aires no tuvo empaque
de introductora de embajadores.
El otoño, un poco
melancólico -es lo suyo-, hace un relevamiento de plazas, jardines y paseos y
tienta los árboles con sus manos pálidas y sensitivas.
Diríase que calcula
el tiempo que necesitará para desparramar esos tonos dorados, rojizos y
escarlatas oscuros que adquieren las hojas de los árboles y los arbustos antes
de que se caigan, alfombren los paseos y crujan, como si sollozaran, pisadas
por los zapatos de los viandantes apresurados.
Apenas se nota, pero
el otoño ya empezó a intensificar la grisura de los atardeceres,
humedeciéndolos con un líquido color de plata oscura que porta en un frasco de
cristal de roca.
Las cosas cambiaron,
y el otoño, que es muy tradicional, acusó el impacto. Antes un otoñal era un
caballero maduro de sienes plateadas que encarnaban en el cine Clark Gable,
Robert Taylor, Stewart Granger o Charles Boyer y mantenía idilios con señoras apenas
cuarentonas tan guapas que se caían del cuadro, como Lana Turner, Rita
Hayworth, Ingrid Bergman y Heddy Lamarr –la más hermosa de todas, a mi juicio-.
Los romances eran
afortunados o desafortunados, según el caso y las circunstancias. Hasta el
desenlace, el amorío era una gloria.
Ahora, con eso de
que (supuestamente) no hay edad –y la farmacopea echa un mano…- señores al
borde de la senectud se echan novias veinteañeras y damas también sin edad se
llevan al huerto a chiquilines con mosquita bajo el labio y tatuajes. Esas
coaliciones suelen durar poco.
No es para rasgarse
las vestiduras, digámoslo una vez más: ¡con lo caras que están hoy en día las
vestiduras!
El caso es que el
otoño acaba de llegar al sur, pálido y concreto –como en aquellos versos-.
Todavía no se nota,
pero ya nos enteraremos al escuchar los sones de su siringa pastoril, cual la
de Pan, el dios de las brisas, el amanecer y el atardecer.
© José Luis Alvarez Fermosel
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