Yo siempre digo… La frasecita de marras se oye a todas horas y en todas
partes. Tiene ecos broncíneos, casi mayestáticos. Equivale a decir algo así
como yo, que nunca me equivoco, que
siempre tengo razón, por eso digo lo que digo, aunque no me hagan caso, y así
les vaya…
María José
Buxó-Dulce, diplomada en Bibliotecoeconomía y Pedro Voltes, catedrático de
Historia de la Universidad de Barcelona, recogen en su documentado y divertido
libro Deslices históricos eso tan
común, que nos ha pasado a tantos, del nuevo rico que te invita a comer y en el
momento de servirse el café se levanta de la mesa, se dirige a un armario, extrae
de él una botella de coñac o de otra bebida alcohólica –sea adecuada o no para
la sobremensa-, toma unas copas de un aparador y te dice: Ahora va usted a probar un
coñac –o lo que sea- tan bueno como
no lo ha probado usted en su vida.
La frase es
jactanciosa a más no poder y suele pronunciarse con la soberbia del que está
convencido de que sabe perfectamente lo que se trae entre manos, tiene una
mente poderosa y, entre otras tantas virtudes, muy buen gusto, también, del que
se benefician, como de todo lo demás, los seres inferiores a él –y, sobre todo,
los que tienen menos dinero-, que son la mayoría.
Si usted supiera…
El problema, cuando
uno está bien educado, es responder a esa y otras jactancias. Se le hace
difícil a uno decir, como debería: ¡Si
usted supiera, mi amigo, la cantidad de botellas de ese coñac que he trasegado
en mi vida…!
Pero uno termina
guardando el silencio que debe guardarse en esos casos, para no avergonzar al
pedante de su anfitrión; se bebe su copa y pasa por ser un pardillo que toda su
vida ha tomado un coñac de tres al cuarto.
Están también los
que no conciben que lo que ellos saben lo sepa uno también, y en el curso de
una conversación, en referencia a un asunto casi siempre de índole cultural, o
para cuyo conocimiento es imprescindible la información, estar al tanto, vamos,
empiezan diciendo antes de abordar el tema: No
sé si usted sabe…, no creo que le haya llegado a usted…, no me parece que sepa
usted -porque esto es muy exclusivo-…, ¿usted no conoce a *, verdad…?
Estamos rodeados -copados,
mejor-, por personas que siempre dicen…:
que tienen la justa, que lo saben todo, o casi todo, que teniendo experiencia,
o buen gusto no conciben que haya otros que también lo tengan, que no hay quien
se la dé cambiada.
Uno no dice
siempre…, sino algunas veces lo que tiene que decir, que no sirve para nada ni
tiene ninguna entidad.
Eso sí, en materia de
tragos uno toma siempre aguardiente de barril.
Esas gentes, sus
cosas, su petit monde… Su latiguillo:
Yo siempre digo…
Cela va faire du bruit dans Landerneau…
© José Luis Alvarez Fermosel
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