sábado, 12 de julio de 2008

La leyenda del "bleistift"

Un carpintero alemán, Kaspar Fa­ber, inventó el lápiz en 1761.
Es­te pequeño y alargado utensilio para escribir y dibujar, hecho de madera con el ánima de grafito, mereció ensegui­da los elogios de cuantos lo usaron, entre ellos Vincent Van Gogh, Peter von Cornelius, Wilhelm von Kaulbach, Jean Dominique Ingres y Gustavo Doré.
Fa­ber, a cuyo apellido se agregó el del con­de Alexander zu Castell-Rüdenhausen, creó el legendario imperio germano del lápiz Faber-Castell, cuyo glorioso pasado se conserva en el castillo que la familia posee en Stein, cerca de Nüremberg.
Kaspar Faber (1730/1784) comenzó a producir sus primeros y sencillos “bleistifte” (lápices) antes de la Revolución Francesa.
Lothar Faber (1817/1896), tres generaciones después, sacó adelante la producción y la venta con un esfuerzo que le valió el tí­tulo de barón y a su familia la noble de­nominación de Consejo Imperial Heredi­tario de la Corona de Baviera.
La suerte del hombre trabajador se completó con el descubrimien­to y la posterior adquisición de una mina en Siberia, cuyo grafito era mejor que el entonces famoso de Cumberland (Cana­dá).
Faber se hacía traer los bloques de grafito a lomos de reno o por barco has­ta Stein. Al promulgar el Parlamento del Imperio Alemán en 1875 una ley de protección de marcas, el lápiz Faber-Castell se convirtió en el primer ar­tículo patentado en Alemania.
Se le había añadido el nombre de Castell porque Wilhelm von Faber (1851-1893), hijo del primer barón de la familia, casó a su única hija, Otilie con el conde Alexander zu Castell-Rüdenhausen (1866/1928).
En vir­tud de un edicto del príncipe regente Luitpoldo se autorizó a la pareja y sus descendientes a usar el nombre com­puesto de Faber-Castell.
El lápiz obtuvo medallas de oro y plata en las exposiciones de París, Lon­dres, Berlín, Munich y Nueva York.
Antón Wolfgang, conde de Faber-Castell (foto), es el actual director de la empresa. Naci­do el 7 de junio de 1941, estudió econo­mía en el Crédit Suisse White & Weld en Nueva York y Londres y Derecho en Zurich.
El conde Toni, como le llama afec­tuosamente todo el mundo, fundó junto con Curt Heigl la Institución de Dibujantes de la Ciudad de Nüremberg, que desde 1980 otorga todos los años una beca a dibujantes con talento, quie­nes pueden residir en esa ciudad alema­na y desenvolverse en ella con una generosa asignación para sus gastos durante seis meses.
Entre los be­cados hasta ahora están figuras tan nota­bles como el polaco Mariusz Lukasik, el británico lan McKeever, la alemana-lu­xemburguesa Annad Recker, el austríaco Alois Köchl y la japonesa Leiko Ikemura. Todo un imperio descansa en la punta de un lápiz.
Desde mediados de la década del 80, la compañía opera un proyecto de forestación sustentable en Brasil. Bosques de coníferas constituyen la materia prima para los lápices de madera de Faber-Castell y, además, son un hábitat de numerosas plantas y animales, entre ellos 178 especies de aves, 40 de reptiles y 36 de mamíferos.
La empresa ha contribuído durante varios años a mantener la biodiversidad y a educar a los habitantes de la zona para que vivan en armonía con la naturaleza.
El conde Toni ha dicho:
“No se necesita ser un visionario para darse cuenta de lo importantes que son los recursos naturales para las generaciones venideras. La responsabilidad social y ecológica forman parte de nuestros valores centrales y se aplican no sólo a nuestra marca, sino también a toda la organización”.



© José Luis Alvarez Fermosel

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