Cuando les gusta un hombre, las mujeres se encienden; pero no en sentido figurado, sino que realmente despiden una luminosidad especial. A los hombres les pasa lo mismo.
Así lo reveló el diario Komsomólskaya Pravda en Moscú, añadiendo que se realizan estudios muy serios sobre la luminiscencia del cuerpo humano.
La noticia de la luminosidad de las mujeres y los hombres, en trance de amar, ha causado cierta conmoción.
Así lo reveló el diario Komsomólskaya Pravda en Moscú, añadiendo que se realizan estudios muy serios sobre la luminiscencia del cuerpo humano.
La noticia de la luminosidad de las mujeres y los hombres, en trance de amar, ha causado cierta conmoción.
El fenómeno fue observado por aparatos radiográficos muy sofisticados, los cuales registraron una aureola luminosa que emana del cuerpo humano: algo así como la coronita de El Santo, el personaje del novelista inglés Leslie Charteris.
Los científicos soviéticos explican que se trata de un flujo -uno más…, que habría que analizar- de simpatía. Cuando dos personas están cara a cara, o cuerpo a cuerpo, la radiación cambia de intensidad. Si las dos personas enfrentadas experimentan una mutua simpatía, la aureola se ilumina; si, por el contrario, se siente antipatía, se difumina.
¡Ah, pero hay mucho más, y más divertido! Si se hace la experiencia con un hombre y una mujer que están amándose más o menos “comme il faut”, se asiste frente a la pantalla a una suerte de sesión de fuegos artificiales.
Los rusos se han tomado el asunto muy en serio. Al parecer, el grado de intensidad de ese cíngulo de fuego permitirá saber, antes de que sea demasiado tarde, si un matrimonio va a funcionar bien o no.
Los científicos velan sus armas en los laboratorios, a la espera de poder canalizar esa luminiscencia del cuerpo humano y convertirla en energía.
Es fama que experimentos realizados ya con cobayas no arrojaron resultado positivo al respecto. Las cobayas se aman en blanco y negro. Ni color ni luminiscencias. Por eso, tal vez, su destino sea tan triste: terminar bajo el efecto de píldoras deletéreas o el escalpelo de la vivisección.
Quienes rápidamente harán su negocio serán los comerciantes, que en combinación con los científicos, se las arreglarán para lanzar al mercado pantallas en las que se reflejen los juegos de luces de los cuerpos que se atraen.
Instaladas en los dormitorios, cumplirán con una función erotizante, como los espejos en el techo y las paredes de los cuartos de los albergues transitorios.
En vez de “Los juegos del amor y del azar”, de Pierre de Marivaux, los juegos del amor y de la química a la vista.
Los científicos soviéticos explican que se trata de un flujo -uno más…, que habría que analizar- de simpatía. Cuando dos personas están cara a cara, o cuerpo a cuerpo, la radiación cambia de intensidad. Si las dos personas enfrentadas experimentan una mutua simpatía, la aureola se ilumina; si, por el contrario, se siente antipatía, se difumina.
¡Ah, pero hay mucho más, y más divertido! Si se hace la experiencia con un hombre y una mujer que están amándose más o menos “comme il faut”, se asiste frente a la pantalla a una suerte de sesión de fuegos artificiales.
Los rusos se han tomado el asunto muy en serio. Al parecer, el grado de intensidad de ese cíngulo de fuego permitirá saber, antes de que sea demasiado tarde, si un matrimonio va a funcionar bien o no.
Los científicos velan sus armas en los laboratorios, a la espera de poder canalizar esa luminiscencia del cuerpo humano y convertirla en energía.
Es fama que experimentos realizados ya con cobayas no arrojaron resultado positivo al respecto. Las cobayas se aman en blanco y negro. Ni color ni luminiscencias. Por eso, tal vez, su destino sea tan triste: terminar bajo el efecto de píldoras deletéreas o el escalpelo de la vivisección.
Quienes rápidamente harán su negocio serán los comerciantes, que en combinación con los científicos, se las arreglarán para lanzar al mercado pantallas en las que se reflejen los juegos de luces de los cuerpos que se atraen.
Instaladas en los dormitorios, cumplirán con una función erotizante, como los espejos en el techo y las paredes de los cuartos de los albergues transitorios.
En vez de “Los juegos del amor y del azar”, de Pierre de Marivaux, los juegos del amor y de la química a la vista.
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
José Luis: aunque tal vez le parezca mentira, mi marido y yo cada vez que nos miramos y nos besamos ¡saltan los tapones de la casa! ¡Y dentro de un mes, cumpliremos 20 años de casados! Gracias por sus posts, que son brillantes. Lo seguimos siempre. ¿Nos podría mandar un saludo especial por la radio? Mirta y Eduardo.
Mirta y Eduardo: ¡tener cuidado como no vayáis a provocar un incendio el día menos pensado! Os mandé un saludo especial por la radio. Creo que fue ayer, cerca del cierre del programa. Gracias por vuestro mensaje y cariños.
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