Los “internacionales”, o los “very few”—muy pocos—, como también se denomina a ciertos integrantes de la “jet set”, son quienes imponen las modas. Ellos hacen todo lo que “está en el grito”, todo lo que es “in”.
Los “very few” raras veces se desarbolan, se desangelan o se anclan en lo que está de última moda, que siempre es algo pasajero. Ellos son la moda: el símbolo permanente de su status social.
Viajar por Marruecos en un “jeep” polvoriento, con vaqueros desgastados, la camisa descamisada, una “esclava” de pelos de rinoceronte en la muñeca derecha y un reloj Ulysses Nardin en la izquierda estuvo de moda, pero ya está “out”
Tripular un Bentley a estrenar ya es harina de otro costal; es un símbolo de status social que no pasa así como así, lo mismo que firmar un cheque, o un contrato, con una pluma estilográfica Elysée de peltre y oro –el BMW, el reloj Rolex y la lapicera Mont Blanc ya los usan sólo los nuevos ricos-.
Hospedarse en el Plaza Athenee y cenar en Le Cirque (foto) cuando uno pasa por Nueva York es un modo, un buen modo, podríamos decir.
Más ejemplos: los trajes de Salvatore Ferragamo, derechos, con solapas de pico y un solo botón han sustituído a los de Brioni, que vistió a Pierce Brosnan para hacer de James Bond. Los ternos de Armani quedarán guardados para que presuman con ellos nuestros hijos cuando crezcan, si no nos salen machos posmo y les gusta ponerse un traje alguna vez.
El martini seco ya fue reemplazado por “les copains” –los muchachos-, como se llaman a sí mismos los integrantes de la “jet”, por la piña helada: una parte de ron blanco, dos de jugo de piña, una pizca de crema de coco y dos trocitos de piña fresca.
Otro modo —no una moda— impuesto por los “internacionales”: dar fiestas en hoteluchos de mala muerte, como uno que está en un trecho de dudosa reputación del bulevar Montparnasse, que sigue alquilando habitaciones por horas. Este capricho pasará, como otros. O no. Ahora es un símbolo permanente de status social.
Fundamental: manejar poco dinero. Lo importante es tener capacidad de gastos.
Tampoco es conveniente trabajar demasiado. Trabajando no le queda a uno tiempo para ganar dinero. Ciertos personajes de la “jet set” internacional, empero, compatibilizan su actividad principal, vivir bien, con alguna otra de índole cultural, deportiva o recreativa.
No está mal colaborar en Esquire, o ser “broker” durante algún tiempo, u organizar excursiones arqueológicas. Se lleva jugar a la petanca, regentar tiendas de antigüedades o escribir ensayos en Estambul.
El verano hay que pasarlo en Murcia. Taormina está abarrotada de japoneses.
La moda pasa, el status permanece. Entre otras cosas porque se crea. La moda parte siempre de otra moda.
© José Luis Alvarez Fermosel
Los “very few” raras veces se desarbolan, se desangelan o se anclan en lo que está de última moda, que siempre es algo pasajero. Ellos son la moda: el símbolo permanente de su status social.
Viajar por Marruecos en un “jeep” polvoriento, con vaqueros desgastados, la camisa descamisada, una “esclava” de pelos de rinoceronte en la muñeca derecha y un reloj Ulysses Nardin en la izquierda estuvo de moda, pero ya está “out”
Tripular un Bentley a estrenar ya es harina de otro costal; es un símbolo de status social que no pasa así como así, lo mismo que firmar un cheque, o un contrato, con una pluma estilográfica Elysée de peltre y oro –el BMW, el reloj Rolex y la lapicera Mont Blanc ya los usan sólo los nuevos ricos-.
Hospedarse en el Plaza Athenee y cenar en Le Cirque (foto) cuando uno pasa por Nueva York es un modo, un buen modo, podríamos decir.
Más ejemplos: los trajes de Salvatore Ferragamo, derechos, con solapas de pico y un solo botón han sustituído a los de Brioni, que vistió a Pierce Brosnan para hacer de James Bond. Los ternos de Armani quedarán guardados para que presuman con ellos nuestros hijos cuando crezcan, si no nos salen machos posmo y les gusta ponerse un traje alguna vez.
El martini seco ya fue reemplazado por “les copains” –los muchachos-, como se llaman a sí mismos los integrantes de la “jet”, por la piña helada: una parte de ron blanco, dos de jugo de piña, una pizca de crema de coco y dos trocitos de piña fresca.
Otro modo —no una moda— impuesto por los “internacionales”: dar fiestas en hoteluchos de mala muerte, como uno que está en un trecho de dudosa reputación del bulevar Montparnasse, que sigue alquilando habitaciones por horas. Este capricho pasará, como otros. O no. Ahora es un símbolo permanente de status social.
Fundamental: manejar poco dinero. Lo importante es tener capacidad de gastos.
Tampoco es conveniente trabajar demasiado. Trabajando no le queda a uno tiempo para ganar dinero. Ciertos personajes de la “jet set” internacional, empero, compatibilizan su actividad principal, vivir bien, con alguna otra de índole cultural, deportiva o recreativa.
No está mal colaborar en Esquire, o ser “broker” durante algún tiempo, u organizar excursiones arqueológicas. Se lleva jugar a la petanca, regentar tiendas de antigüedades o escribir ensayos en Estambul.
El verano hay que pasarlo en Murcia. Taormina está abarrotada de japoneses.
La moda pasa, el status permanece. Entre otras cosas porque se crea. La moda parte siempre de otra moda.
© José Luis Alvarez Fermosel
2 comentarios:
¡Cuánta razón tiene, Caballero! Buenísimo el post y todo el blog. Como siempre, tiene muchísima razón. Lo saluda un gran admirador suyo. Rubén (Mar del Plata)
Rubén: Muchas gracias por tu mensaje y tu admiración. Salud, suerte y un abrazo.
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