Las mujeres del siglo XXI van por la vida con su “Blueberry” de última generación en la mano, la clara mirada al frente, el paso firme y largo...
Están buenísimas, todas; relucientes, operadas, con el tetámen espléndido, las piernas magníficas.
Tienen su propio departamento, su coche; algunas son también afortunadas poseedoras de un chalé en un “country”, o una casa con piano junto al mar.
Todas tienen su pasaporte, su Documento Nacional de Identidad (DNI), su cédula del Mercosur, sus tarjetas de crédito, su talonario de facturas y el resto de su documentación al día, porque son prolijas, dinámicas y no les gusta pisar en falso, o que las sorprendan sin algo de lo que hace falta tener.
Saben nadar, conducir automóviles, manejar otras máquinas; y, ni que decir tiene, saben también ocuparse de sus casas, cocinar y todo lo demás.
Son inteligentes, capaces, super activas, hablan inglés y la compleja tecnología de las comunicaciones no les resulta ajena, en modo alguno. Van para gerentas, o jefas de división, dominan algún arte marcial, han llegado ya a las Fuerzas Armadas, a la CIA, a la estratosfera; a las cotas más altas de las ciencias y las artes; han conquistado premios Nobel y algunas las presidencias de sus países. Saben de todo, tienen de todo. Menos novio.
Porque el hombre del siglo XXI –el hombre joven, se entiende: el hombre de hasta 45 años- no se hace tiempo, ni tiene ganas de amoríos, ni mucho menos de compromisos. Está bien así, divorciado, viviendo otra vez en casa de papá y mamá, chateando, viendo por televisión programas de cocineros y soñando con ser uno de ellos.
Usa el pelo y la barba de una semana, viste pantalón pescador, ojotas, una camiseta informe y descolorida; come de pie en cualquier lugar de comida chatarra, cuando está en la calle y tiene hambre; tiene muchos amigos con los que se comunica con todos y cada uno de los aparatos más sofisticados al uso.
Muchos de los más jóvenes son hijos de padres divorciados. Su progenitor los ha visto poco y no ha tenido tiempo de enseñarlos a pelear, para defenderse de los chicos pegadores en el colegio, ni mucho menos ha jugado al fútbol con ellos, ni les ha inculcado la lectura de novelas de aventuras. Tienen poca, o ninguna calle, son cerrados, tímidos, lacónicos, pusilánimes.
Les encantan las mascotas exóticas, navegar por la web, enviar y recibir mensajes de texto. No faltan quienes casi se han criado en el regazo de una tía o una abuela, comiendo bombones. Quizás por eso son un poco… blandos, como los bombones.
En fin, que no están para ponerse de novios. Y así están las chicas, fenomenales, pero con los nervios de punta. Y sin novio.
Están buenísimas, todas; relucientes, operadas, con el tetámen espléndido, las piernas magníficas.
Tienen su propio departamento, su coche; algunas son también afortunadas poseedoras de un chalé en un “country”, o una casa con piano junto al mar.
Todas tienen su pasaporte, su Documento Nacional de Identidad (DNI), su cédula del Mercosur, sus tarjetas de crédito, su talonario de facturas y el resto de su documentación al día, porque son prolijas, dinámicas y no les gusta pisar en falso, o que las sorprendan sin algo de lo que hace falta tener.
Saben nadar, conducir automóviles, manejar otras máquinas; y, ni que decir tiene, saben también ocuparse de sus casas, cocinar y todo lo demás.
Son inteligentes, capaces, super activas, hablan inglés y la compleja tecnología de las comunicaciones no les resulta ajena, en modo alguno. Van para gerentas, o jefas de división, dominan algún arte marcial, han llegado ya a las Fuerzas Armadas, a la CIA, a la estratosfera; a las cotas más altas de las ciencias y las artes; han conquistado premios Nobel y algunas las presidencias de sus países. Saben de todo, tienen de todo. Menos novio.
Porque el hombre del siglo XXI –el hombre joven, se entiende: el hombre de hasta 45 años- no se hace tiempo, ni tiene ganas de amoríos, ni mucho menos de compromisos. Está bien así, divorciado, viviendo otra vez en casa de papá y mamá, chateando, viendo por televisión programas de cocineros y soñando con ser uno de ellos.
Usa el pelo y la barba de una semana, viste pantalón pescador, ojotas, una camiseta informe y descolorida; come de pie en cualquier lugar de comida chatarra, cuando está en la calle y tiene hambre; tiene muchos amigos con los que se comunica con todos y cada uno de los aparatos más sofisticados al uso.
Muchos de los más jóvenes son hijos de padres divorciados. Su progenitor los ha visto poco y no ha tenido tiempo de enseñarlos a pelear, para defenderse de los chicos pegadores en el colegio, ni mucho menos ha jugado al fútbol con ellos, ni les ha inculcado la lectura de novelas de aventuras. Tienen poca, o ninguna calle, son cerrados, tímidos, lacónicos, pusilánimes.
Les encantan las mascotas exóticas, navegar por la web, enviar y recibir mensajes de texto. No faltan quienes casi se han criado en el regazo de una tía o una abuela, comiendo bombones. Quizás por eso son un poco… blandos, como los bombones.
En fin, que no están para ponerse de novios. Y así están las chicas, fenomenales, pero con los nervios de punta. Y sin novio.
© José Luis Alvarez Fermosel
4 comentarios:
Querido Jose, con el avance y la modernización hemos perdido tanto a hombres como a mujeres.Los primeros ya corrieron tras sus pasiones y están de regreso.Nosotras,hemos aprendido a ver su realidad y los miramos con ojo crítico y desde nuestro nuevo" trono de poder".Esto era desconocido.Nuestra sociedad era muy machista-En la carrera, nos hemos puesto los pantalones y ellos las polleras.Se sienten bajo la lupa y esto los aterroriza. Tal como pasaba con nosotras.Siempre estábamos rindiendo el examen de la aprobación masculina.Si no aprobabamos el test, nos quedabamos solteras-Nuestras madres morían para convertirnos en candidatas aceptadas.Aprobamos, nos casamos justo cuando el mundo comenzó a cambiar .Las "examinadas" fuimos ganando terreno , alcanzamos a los hombres y hasta los desplazamos de sus puestos habituales- Horror para ellos!
Nuestros hijos presenciaron todo esa transformación femenina para ganar" la cúspide" .En el camino, perdimos y ganamos -Hoy tenemos hijas astronautas , traductoras , analistas de sistemas , boxeadoras ,oficiales de la ley ,aladeltistas, mochileras del mundo , acróbatas , y SIN NOVIO.
Genial lo tuyo.Abrazo.
Susan4
Susan: lo tuyo es casi un editorial. Como siempre he decirte que tienes razón y expresas muy bien tu razón. Muchas gracias por ser una lectora tan fiel. Un abrazo.
Hola Jose,
viniendo de ti semejante halago , estoy reventando de felicidad . Y quiero agregar y es bien sabido que lo único que no podemos lograr por nosotros mismos, es dimensionar el sentido de nuestra propia importancia- (como dijo Dale Carnegie) .Parece que debe venir desde fuera. Y tú me lo has dado.
De tu fiel lectora a mi cariñoso y atento maestro.Con un abrazo y un GRACIAS.
Susan4
Susan: ¡por Dios que yo no soy maestro de nada, sino alumno de muchas cosas! Te agradezco mucho el hecho de que leas mi blog. Por cierto, ¿cómo se accede al tuyo? Cariños.
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