viernes, 18 de enero de 2013

¡Año tras año, qué cansancio...!



Uno fue y vino de aquí para allá, siempre ligero de equipaje –como dijo Antonio Machado en uno de sus versos-, y no pocas veces también ligero de bolsillo, lo cual no tiene la menor poesía, ni machadiana ni de ningún otro estilo.
Nuestra vida está marcada por idas y venidas, esperas en estaciones y aeropuertos a personas que nunca llegaron, no yendo a aeropuertos y estaciones a los que tenía que haber ido a encontrarse con alguien que acaso no acudiera a una cita concertada sin mucho entusiasmo, después de todo.
- ¿Por qué te fuiste?
- No, si es que no he venido.
Uno ha visto a un sinfín de gente que quería ver y a un sinfín de gente que no quería ver.
Vio ciudades, paisajes, rincones, lugares donde se reúnen hombres y mujeres a contarse sus penas y alegrías, otros donde se bebe y se discute y otros donde se bebe en silencio, cada uno con su copa y sus pensamientos. No es uno de ir a beber solo a los bares.
Uno ha corrido, también. Unas veces delante y otras detrás.
El río Watanay (ilustración), que surca el Cuzco, tiene tres nombres en quechua: “Plunim Waylla”, que significa el amarrador, porque al deslizarse por su cauce va atando paisajes.
Su segundo nombre es más poético: “El caminante de las praderas”, porque sus aguas son lo único que se mueve en la llanura inmensa. El río Watanay fluye por el Cuzco desde antes de la conquista. ¡Lo que habrá visto!
De ahí su tercer nombre: “Watan Watanay”, que quiere decir: “¡Año tras año… qué cansancio!”
 
© José Luis Alvarez Fermosel

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