miércoles, 2 de enero de 2013

Vale más tener suerte que saber jugar



Viene mi hija María Soledad de Madrid, donde vive desde hace muchos años, a pasar una temporada en Argentina.
Me trae cosas entrañables que estaban en mi casa, y al verlas aquí avivan mil y un recuerdos de mi niñez, mi adolescencia y los primeros años de mi juventud.
Revisando viejos papeles aparece un décimo de la lotería española que se sorteó el 25 de octubre de 1963. Ya en esos tiempos, antes de cumplir veinte años, jugaba a la lotería, influenciado por mi madre, que no se perdía un sorteo…¡y ganaba siempre! Pequeñas cantidades. Pero haciendo cuentas a fin de año resultaba que por lo menos no había perdido dinero.
Yo he tenido siempre mala suerte para los juegos de azar.
Cuando rodaba por esos mundos –mundos con melodía…- jugaba a la lotería y me iba mal. En los casinos el bacará y los dados fueron clementes conmigo y tuvieron a bien proporcionarme algún dinero, de tanto en tanto.
Si bien yo no soy afortunado en el juego –les dejo con la intriga de saber si lo he sido en amores- tengo el don de dar suerte a los demás.
En Argentina, un país con otras estrellas, otra astrología y otra suerte, voy a jugar al 11613 de la lotería local: el mismo número que campea en el décimo comprado hace un millón de años, o sea, cinco minutos, en la lotería Rialto, administración número 15, Avenida de José Antonio, 56, Madrid -se lee en el dorso del billete cuya reproducción por escáner ilustra estos renglones-
Doy por sentado que no sólo no me sacaré la grande, sino que no ganaré ni un duro, diríamos ayer allí.
Jugar vosotros, a ver si os doy suerte. Y si ganais, no dejeis de decírmelo, que me pondré muy contento.

© José Luis Alvarez Fermosel

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