Comienza el invierno en el hemisferio sur y ya se anuncian nevadas en la
Cordillera de los Andes y en varias ciudades sureñas de la República Argentina.
Quizá ninguna otra imagen podría reflejar el invierno con tanto realismo,
y, al mismo tiempo, con tanta belleza como ésta de Camille Pissarro
(1830-1903).
El cuadro se titula Camino, sol de
invierno y nieve. Fue pintado en 1860. Pertenece a la colección Carmen
Thyssen Bornemisza.
Pissarro fue cofundador, guía artístico del Impresionismo francés y una
de sus glorias. Coincidió con Monet en Londres, donde ambos hicieron estudios
de edificios envueltos en niebla.
Pissarro fue tradicional y se mantuvo escrupulosamente fiel a las
premisas de la impresión de la luz y del color.
El cuadro que nos ocupa, a horas de que en el sur se instale el invierno
en su trono de carámbanos, no puede ser más impresionista.
Las notas distintivas de la estación están ligeramente diluídas, pero con
la habilidad suficiente como para que no pierdan presencia y comuniquen una impresión
sin la fuerza de una fotografía o de un
dibujo hiperrealista, pero con la melancólica expresividad de algunos días del
invierno en cualquier parte.
Muestran el invierno, pintado por un genio del impresionismo, rastros de
una nevada –no mucha nieve, ni en primer plano-, unos pocos árboles, el azul
del cielo nublado en parte, duro, y, dominándolo todo, la lejanía, en la que va
a sumirse un lento carricoche oscuro que quizás lleve al fantasma del otoño,
recien fenecido.
© José Luis Alvarez Fermosel
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