jueves, 11 de julio de 2013

Colón no tiene paz

Está visto que Colón no puede tener paz; ni después de muerto, ni después de alcanzar el bronce.
Han echado abajo una estatua suya que estaba en una plazoleta cercana a la Casa Rosada (Palacio de Gobierno) de Buenos Aires. Dicen que es para arreglarla.
Semanas atrás se discutió en los más altos niveles del gobierno argentino si la estatua en cuestión debería seguir donde estaba o habría que llevarla a Mar del Plata, en la costa atlántica.
El caso es que Cristóbal Colón está una vez más por los suelos.
Una reputada profesora de literatura española de la universidad estadounidense de Georgetown ha declarado que después de estudiar exhaustivamente la vírgula de Colón está en condiciones de asegurar que era judío y hablaba catalán.,
La profesora –catedrática, en realidad- es Estelle Irizarri, condecorada por el gobierno español, no por decir que Colón era judío y hablaba catalán, naturalmente, aunque muy bien  podría tener razón, sino por otros méritos.
Lo de judío y catalán, que se ha repetido hasta el cansancio, ¿no tendrá una connotación peyorativa, discriminatoria? Porque ya sabemos cómo las gastamos los españoles, que nos damos entre nosotros que es un gusto.
Al Almirante se le atribuyeron –en España también, que es lo que llama la atención- y siguen atribuyéndosele varias nacionalidades, a ver si al cabo de los siglos puede  hacerse tambalear el andamiaje de la historia, y quitarle un poco de mérito a la gesta española del descubrimiento de América. Hasta ahora es italiano: genovés, por más señas.
Por decir cosas de Colón hasta se dijo que era un espía portugués.
¿Y qué? ¿En nombre de quién se lanzó a la mar en esas tres cáscaras de nuez: Santa María, Pinta y Niña? ¿Quién financió el viaje? ¿A quién le ofreció las tierras descubiertas? Entre paréntesis, Colón no mató a ningún indio, que se sepa.
Si Colón hubiera sido realmente judío y su primera lengua la catalana, ¿qué de malo tendría eso, y en qué cambiaría la historia?
Colón debía tener mal carácter, y peor mano para las relaciones públicas.

Sigue investigándose

A más de cinco siglos sigue investigándose a Colón, a ver si sale algún trapo verdaderamente sucio. Es que Colón no gusta, no nos engañemos; no nos ha gustado ni siquiera a los españoles, ¡qué notable!
Se insistió machaconamente en que sus orígenes fueron oscuros y que zascandileó de aquí para allí en la Europa que fue.
De buena fuente me contaron el otro día que hay un grupo de historiadores que trata de averiguar por todos los medios si Cristóbal Colón era homosexual, porque acaban de surgir rumores en ese sentido. ¿Y qué, si lo hubiera sido?
¡Tanto estudio, tanto quemarse las pestañas…! Tanto extraer papelorios amarillos de vejez de los polvorientos archivos del cronicón, husmear en códices antiquísimos, traducir,  conjeturar, aventurar, deducir. Una vírgula por aquí, otra vírgula por allí...
A Jacinto Benavente le pateaban una obra en un céntrico teatro de Madrid. La sala se venía abajo, tanto y con tanta fuerza pataleaba el “respetable público”.
El incomparable don Jacinto –laureado con el premio Nobel de literatura en 1922- asistía impertérrito al pateo entre bastidores, con su infaltable habano y su amigo, el también escritor (peruano, radicado en Madrid) Felipe Sassone a su vera.
En un momento dado, el autor de Los intereses creados dejó el puro y le dijo suavemente a Sassone, refiriéndose al “respetable”: ¡Pobres, pobres, cuánto trabajan! Toda esa energía aplicada al Plan Nacional de Carreteras 
Si los científicos trabajaran tanto como los estudiosos de Colón ya se habría descubierto un remedio contra el cáncer.

© José Luis Alvarez Fermosel

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