domingo, 23 de marzo de 2008

Datos de una noche antigua

La mujer del pintor bebe Marie Brizard y come delicadamente palmeritas en la Villa Mouriscot, esperando a su marido que, como siempre, llegará tarde. Cambio de guardia en el Ministerio del Ejército.
El pasacalle de La Calesera:

“Yo no quiero querer a un chispero
que finge embustero,
palabras de amor,
y me cansan los majos de plante
que se echan p’alante
fingiendo valor…”

En la lotería de la calle Barquillo el señor del bigote blanco y el borsalino gris perla se queja porque esta vez tampoco ha ganado ningún premio. El “Trópico de Capricornio” de Henry Miller en el escaparate de la librería. La señora madura y elegante, de ojos claros, y el guapo muchacho del traje cruzado. La brisa cálida de la primavera trae aroma de colonia de Alvarez Gómez.
En la calle Echegaray, cerca de la sala de armas del maestro Afrodisio, han reñido dos chulos. Uno está herido de una puñalada trapera en un costado; va soltando gotas de sangre que caen como monedas rojas sobre el asfalto renegrido.
Fandanguillos en una taberna sevillana y el bocinazo insolente de un auto caro y raudo.
Madrid de noche, botijo y luna. Vermú con ginebra y cócteles de champán en Pidoux. La chica que vocea el diario: “¡El Liberal, El Liberal…!” El árbol triste, en la ciudad. La fulana cansada, pálida bajo el maquillaje barato.
El anticuario ha cerrado su tienda y se va a su casa. Su mujer ha preparado gazpacho, luego hay pescadillas que se muerden la cola y cerezas.
Chimeneas agrietadas. La luna en cuarto menguante. Huele a coliflor hervida y a lejía en las guardillas. Balcones con tiestos con geráneos. Está oscuro y hace calor. La modistilla se ha peleado con su novio, el carpintero segoviano.
Un señor elegante, con una flor en el ojal, baja por Peligros con una caja de “marron glacé” de La Mahonesa bajo el brazo hacia la calle de Alcalá.
En el café El Comercial se habla de política y de toros. García Guirao y su voz levemente cascada, como de conde tronado que ha fumado muchos puros.
Espejos sin azogue en Platerías y el fantasma de Villegas, médico truculento y desquiciado, trovador de la muerte.
Datos de una noche azul zafiro de Madrid que vienen rodando por la brisa como papeles rotos y llegan a la memoria, catalizando una nostalgia de no se sabe qué.
Una noche en la que no existíamos, que no hemos trasnochado. Alguien del pasado nos susurró algo al oído. Alguien del futuro nos hizo una seña desde un bar americano.
Notas de una noche antigua, inventada o soñada al compas del tic tac de un reloj que está parado, o que ni siquiera existe.



©José Luis Alvarez Fermosel

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