Nos lo contó por teléfono una oyente de la radio que no dejó su nombre ni sus datos personales, al menos a nosotros. Tal vez los tenga la producción.
De todos modos, con lo poco que nos dijo basta para reconstruir la historia, que merece tomar estado público, como quien dice.
Nuestra oyente nos llamó en relación con una sección nueva que se le ocurrió al conductor del programa, Rolando Hanglin, destinada a recibir comentarios sobre alguien que tenga un animal más o menos exótico en su casa, o que se haya topado con alguno en el campo, la carretera o donde sea.
La señora en cuestión nos dijo que en el tejado de su casa, que debe estar en alguna localidad del Gran Buenos Aires, vive un sapo al que ella ha adoptado, por así decirlo, y le ha puesto de nombre Gervasio, un nombre de lo más apropiado para un sapo.
Los tejados no son lugares para sapos, cuyos hábitats suelen ser las cercanías de una charca o cualquier sitio fresco, umbrío y húmedo en el que haya hierba y juncos. En los tejados da el sol y están siempre resecos y calientes, a no ser que llueva, y en ellos no crece más que un musgo ralo y oscuro, bastante desagradable.
Los tejados son ideales para los gatos, que celebran en ellos ruidosos cónclaves nocturnos, no precisamente gratos para los vecinos. Al lado de los campanarios de las iglesias y en las torres suelen anidar las cigüeñas.
Gervasio vive en un tejado, lo más pancho. Para los habitantes del inmueble es de la familia.
Cuando el tejado está muy seco, la señora de la casa –que debe ser de un piso, y no muy alta- apoya una escalera de mano contra una de las paredes, sube por ella con un cubo de agua fresca y se lo vuelca encima al sapo.
Si está ocupada, o tiene que salir a hacer un mandado, llama a alguien de la familia y le encomienda: “¡Que no le falte agua a Gervasio!”.
Hasta aquí, con la poca información que tenemos, pudimos reconstruir al menos parte de una historia suburbana, hermosa en su sencillez, que es una síntesis de la bondad y ternura que anida en el corazón de la gente que ama a los animales, pertenezcan a la especie o raza que sea.
Teníamos ya el drama “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, de Tennessee Williams.
De todos modos, con lo poco que nos dijo basta para reconstruir la historia, que merece tomar estado público, como quien dice.
Nuestra oyente nos llamó en relación con una sección nueva que se le ocurrió al conductor del programa, Rolando Hanglin, destinada a recibir comentarios sobre alguien que tenga un animal más o menos exótico en su casa, o que se haya topado con alguno en el campo, la carretera o donde sea.
La señora en cuestión nos dijo que en el tejado de su casa, que debe estar en alguna localidad del Gran Buenos Aires, vive un sapo al que ella ha adoptado, por así decirlo, y le ha puesto de nombre Gervasio, un nombre de lo más apropiado para un sapo.
Los tejados no son lugares para sapos, cuyos hábitats suelen ser las cercanías de una charca o cualquier sitio fresco, umbrío y húmedo en el que haya hierba y juncos. En los tejados da el sol y están siempre resecos y calientes, a no ser que llueva, y en ellos no crece más que un musgo ralo y oscuro, bastante desagradable.
Los tejados son ideales para los gatos, que celebran en ellos ruidosos cónclaves nocturnos, no precisamente gratos para los vecinos. Al lado de los campanarios de las iglesias y en las torres suelen anidar las cigüeñas.
Gervasio vive en un tejado, lo más pancho. Para los habitantes del inmueble es de la familia.
Cuando el tejado está muy seco, la señora de la casa –que debe ser de un piso, y no muy alta- apoya una escalera de mano contra una de las paredes, sube por ella con un cubo de agua fresca y se lo vuelca encima al sapo.
Si está ocupada, o tiene que salir a hacer un mandado, llama a alguien de la familia y le encomienda: “¡Que no le falte agua a Gervasio!”.
Hasta aquí, con la poca información que tenemos, pudimos reconstruir al menos parte de una historia suburbana, hermosa en su sencillez, que es una síntesis de la bondad y ternura que anida en el corazón de la gente que ama a los animales, pertenezcan a la especie o raza que sea.
Teníamos ya el drama “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, de Tennessee Williams.
Ahora tenemos la historia del sapo Gervasio sobre un tejado fresco por la (buena) voluntad de sus amos.
Que pase lo que tenga que pasar –que no será bueno, con los tiempos que corren-, ¡pero que no le falte agua a Gervasio!
Que pase lo que tenga que pasar –que no será bueno, con los tiempos que corren-, ¡pero que no le falte agua a Gervasio!
© José Luis Alvarez Fermosel
6 comentarios:
Hermoso José Luis!
En nuestra casa tuvimos un sapo que creció dentro de un desagüe en el fondo.Era muy pequeño cuando apareció. Y llegó a estar tan gordo que ya no podía acercarse a la rejilla para salir.
Cuando regábamos, poníamos la manguera especialmente para "llenar sus aposentos" . El rufián asomaba enseguida y nos miraba muy contento.
Me encantó tu comentario.As usual.Brillant!!!
Afectos.Susan4
Por una amiga argentina te descubro, Caballero Español.
Me encantó tu forma de relatar la tierna historia del sapo Gervasio, que confirma la existencia de gentes de amplio corazón.
Amo a cuando bichito exista en este mundo, más que a los de mi propia especie. Te lo aclaro porque nadie debe sentirse menospreciado porque lo comparen con algún animal...
Pero ¡vamos, hombre, que soy uruguaya, y el segundo nombre de nuestro Prócer es Gervasio!
Así que es un nombre apropiado... pero no sólo para sapos... :) :) :)
Un saludo muy grande, y felicitaciones por tu blog.
Eliza - LaQuincena@montevideo.com.uy
Susan4:muchas gracias por tu comentario, tan amable y tan generoso. Tu historia de sapos es muy linda. You are very kind! Warmest personal regards.
Eliza: ¡Qué bueno recibir un mensaje de Uruguay, país que conozco en profundidad y que quiero y admiro mucho! Yo también soy devoto de los animales, de todos menos del hombre. Coincido contigo. Te agradezco mucho tu mensaje, tan halagador y tan afectuoso. Cariños.
buenisimo señor caballero. tu fiel oyente y amigo.Rubén M
Rubén: mil gracias por tu comentario y por ser fiel oyente. Un abrazo.
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