jueves, 6 de diciembre de 2012

Cultura


“Cada vez que escucho la palabra cultura, saco la pistola”.
La frase es histórica y de origen no muy claro. Unos se la atribuyen a un jerarca nazi y otros a un militarote o un polizonte –que, como se sabe, no es lo mismo que un polizón-.
El escritor chileno Jorge Edwards se refiere a la cultura en una de sus columnas recopiladas en el libro “El whisky de los poetas”. Son columnas, o ensayos breves, y no crónicas, como modestamente las define Edwards. Si Paul Johnson las leyó –a lo mejor lo hizo- estará de acuerdo conmigo.
En su columna titulada “Complejos frente a la cultura” Edwards dice que no ha visto últimamente en Chile a ningún político, parlamentario o gobernante citar un verso, un libro, una frase cualquiera.
Lo mismo pasa en Argentina, en España y yo creo que en todo el mundo. En España se atribuye a la incultura de la clase política, en una medida importante, el origen de la crisis que la flagela.    

No se lee

El 28 por ciento de los jóvenes españoles entre los 14 y los 24 años reconoce que no lee, según un estudio del Gremio de Editores.
“¿Por qué no se insiste más en la necesidad de leer?”, se preguntaba recientemente la profesora de castellano Cristina García en un artículo publicado en el diario ABC de Madrid. La docente estima que los chicos tendrían que ser impulsados a leer y hacer crítica literaria sobre lo leído.
Para Jorge Edwards los educadores y reformadores positivistas se equivocaron al elevar a los altares a la ciencia y a la técnica, olvidándose de la reflexión, la lógica y la inteligencia, lo cual determinó que estemos llenos de profesionales universitarios que no saben hablar, ni escribir.
En cuanto a los medios –sobre todo los audiovisuales- mejor no hablemos. Cada día se dicen y escriben más barbaridades. Casi todas se deben al mal uso de los tiempos de los verbos, los adejtivos y las preposiciones y el empleo de palabras cuyo significado se desconoce, lo cual   crea todo tipo de equívocos y confusiones. El vocabulario es cada vez más escaso.
Tarzán habría sido un buen comunicador en estos días en los que, como dice Edwards, nos hemos olvidado de la formación clásica, reemplazando el verdadero estilo, la ejercitación de la inteligencia y de la palabra por la acumulación y la memorización de conocimientos inútiles.
De “El whisky de los poetas” de Jorge Edwards se ha dicho que “en la misma estela de los maestros del ensayo brevísimo, la reflexión se convierte en estas páginas en gozoso pretexto para la lectura más creativa”.
El escritor chileno, que también fue diplomático, recibió entre otros los premios Casa de las Américas, Nacional de Literatura de su país y Cervantes.

© José Luis Alvarez Fermosel

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