sábado, 22 de diciembre de 2012

Por fin no se acabó el mundo



Pues resulta que al final no se acabó el mundo el 21 de diciembre, como auguraron los mayas, según se dijo.
Lo cual no fue óbice para que se derramaran, si no mares ni ríos, algunos arroyos de tinta –de impresora- acerca de la profecía en cuestión, su origen, su sentido y la posibilidad de que se produjeran algunos fenómenos naturales, quiero decir procedentes de la madre Naturaleza -que ocasionalmente es tan cruel con nostros- como terremotos, trombas de agua, caída de meteoritos o algo peor.
También se dijo que el mundo se acabaría el primero de enero de 2002, o en todo caso que las computadoras y otras máquinas de la era de la red de redes explotarían como bombas, o se produciría un remedo del Apocalípsis, o cosa parecida.
Pero ni entonces ni el 21 de diciembre de 2012 pasó nada. Empezó el verano, eso sí, pero me parece que no nos dimos cuenta. Hace tanto que padecemos un calor infernal que casi todos pensamos que el verano vino este año antes de tiempo. O, como aquella primavera, nadie sabe cómo ha sido.
El caso es que el 21 de diciembre no finalizó el mundo.
Casi mejor así. Nos queda tanto por ver, por experimentar, por aprender, por hacer…

© José Luis Alvarez Fermosel

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