Robert Parker, el
del vino, el crítico, parece que va a acogerse a una especie de semi retiro y a
partir de ahora dejará de ser el Atila de los vinateros.
Abogado, ex “rond de
cuir” bancario, empezó un día, nadie sabe cómo ni por qué, a evaluar vinos y
hace veinte años que no se dedica a otra cosa. Ya tiene sesenta.
Sus puntuaciones
sientan cátedra. Lo más importante es que determinan las alzas y bajas, en muchas
oportunidades meteóricas, de los vinos en el mercado internacional.
Es americano del
norte: de Baltimore, Maryland.
Tiene cara de pocos
amigos –es fama que no tiene ninguno-, con la clásica verruga que solemos ver en
muchos de los actores de Hollywood en los primeros planos.
Parker funciona como
un “broker”, pero es catador, crítico, tratadista de vino, pontifica en una
revista y predice el futuro de los vinos y de quienes los hacen.
A Parker le odian y
le temen –odiar es temer- en todo el mundo donde se produce vino, porque juzga.
Y a la hora de juzgar es riguroso, intolerante, inflexible, implacable y muchas
veces sañudo.
Es un genio, es un
gurú, es César emperador. Lo que él dice, va a misa. No se sabe si también ha
calificado el vino de consagrar.
En Francia se hacen
ya vinos “parkerizados” a su medida, como los sastres cortan trajes a gusto de
sus clientes. Así él les pone notas de por lo menos noventa puntos sobre cien.
Voces discordantes
Se han elevado ya
voces discordantes. Algunos se preguntan: ¿Qué fue antes, el huevo o la
gallina? Entiéndase: ¿están produciéndose grandes vinos que le gustan a Parker
porque son muy buenos, o se hacen vinos a gusto del gurú con la intención de
que los califique con sobresaliente, diez, felicitado?
Parker –especialista
en vinos de Burdeos- avizora un panorama prometedor para los vinos blancos
españoles. ¡Pobre España, con la crisis en la que está sumida, como si los
bodegueros tuvieran tiempo, dinero y ganas de ponerse a hacer vinos para
Parker, que ya está avisando que va a ir!
Además, España, uno
de los tres países que producen más vino en todo el mundo, junto con Francia e
Italia, ha reducio drásticamente su pruducción.
Las malas lenguas aseguran
que Robert no da puntada sin hilo, porque donde no hay pagaduría no hay
alegría. ¡Qué barbaridad, las cosas que dice la gente!
También se ha dicho
que más de un vinatero se suicidó a causa del dictamen con visos de dicterio del
gurú sobre sus caldos, que le llevó a la bancarrota porque no pudo venderlos.
Otros se arruinaron por la misma razón.
Ya no se dice “en el
vino la verdad”, sino que Parker está en posesión de la verdad.
El otro Parker
Hay otro Parker,
también estadounidense, con el que simpatizamos más, o simpatizamos a secas.
Se trata de Robert
B. Parker (Springfield, Massachussetts, 1932–2010), autor de novelas negras que
sigue la línea de Chandler, Chase, Hammet, Mike Hammer, Mac Donald y otros, cuyos personajes son
detectives privados de whisky, tabaco, revólver, oficinas polvorientas y un
sentido sublimado del honor, el valor, el amor y la amistad.
El Parker escritor,
que también es abogado, combatió en la guerra de Corea, tiene un master de
literatura inglesa de la universidad de Boston y empezó a escribir en 1972.
Su primera novela
fue “El manuscrito Godful”, que presenta al detective Spencer, su personaje más
famoso, protagonista de una saga de treinta y cinco novelas, la última
publicada en 2007.
Otro de sus
personajes fue el jefe de policía rural Jesse Stone, al que dio vida el actor Tom
Sellek en varias series de televisión producidas por la CBS.
Parker concluyó “Poddle Springs”, la novela que
Raymond Chandler no pudo terminar porque murió después de escribir el primer
capítulo. También cultivó otros géneros literarios.
No
nos complicó la vida en cuestión de vinos, ni en ninguna. Al contrario, nos la
alegró.
Varios
de sus libros adornan nuestra biblioteca, en la que figuran como testimonio de
homenaje y gratitud.
©
José Luis Alvarez Fermosel
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