domingo, 9 de diciembre de 2012

En torno al "bespoke"



“La moda es siempre lo inactual”, dijo una vez el sociólogo Jean Baudrillac. Con esta corta máxima se refería al proceso que hace de la moda un fenómeno amado por muchos y detestado por pocos: algo se usa sólo porque dejará de usarse en breve. No es el único que piensa así. Al parecer, Heidi Klum, modelo y presentador de Project Runaway, concuerda con él: “Un día estás dentro, al día siguiente afuera”. Así se despedía de los concursantes de aquel reality show.
Este es el comienzo de un interesante trabajo que Gaba Najmanovich escribió en Londres y publicó el diario La Nación de Buenos Aires sobre el “bespoke”: la selecta forma de la sastrería artesanal, presente en la legendaria calle londinense de Saville Row, paraíso de una elegancia masculina que sólo pueden cultivar pocas y privilegiadas personas (damas y caballeros) con muy buen gusto y mejor salud económica.
En estos tiempos tan particulares que corren casi todo el mundo, con la inclusión de millonarios, banqueros, financieros, políticos, “brokers”, presentadores de televisión y ese además tan prolongado, si acaso llevan traje y camisa, ésta la llevan sin corbata y abierta.
Por tanto, hablar hoy de Saville Row quizás sea anacrónico y anticuado y sólo agradable para cuatro gatos locos como uno.

Ojotas, bermudas, parkas…

La moda actual –vigente desde hace ya varios años- se centra en ojotas, bermudas, pantalones pescadores -¡que prendas tan sentadoras!-, “jeans” y mochilas. ¡Menos mal que, al menos en verano, las mujeres siguen usando minifaldas!
Algunos señores se ponen un traje de tanto en tanto, pero como ya dijimos van despechugados, esto es, con los dos últimos botones de la camisa desabrochados y sin corbata, que estúpidamente- desde mi punto de vista- está considerada como una prenda de derecha.
Cuando hice en Londres mi “master” de Psicología de la Apariencia recorrí la calle Saville Row de extremo a extremo y no me dejé una sastrería sin visitar ni un sastre con quien hablar. ¡Ay!, no pude encargar un traje en ninguno de esos lujosos establecimientos. Mi modesto peculio de estudiante no daba para eso.
La calle Saville Row ya no es lo que era, pero la traigo a estas páginas con cariño porque está ligada a una época de mi juventud trashumante y bohemia.

© José Luis Alvarez Fermosel   

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