La farola tiene
varios brazos, a diferencia del farol, como se sabe. Esta farola en particular toma
del reflejo de un dorado atardecer madrileño un desvaído color de uva tinta que
se deposita en cada una de sus dos lámparas, o faroles.
Una luminosidad
adelantada, podría decirse que de regalo, pues la farola aún no está encendida
y es un elemento secundario, pese al arte de su forja, ya que el conjunto de
colores y luces doradas, cárdenas arriba, a la derecha, ligeramente desvaídas
abajo componen una sinfonía tan rica y esplendente como el oro mismo.
De oro parece la
cúpula del edificio Metrópolis, que se ve al fondo, con la Victoria alada de
Federico Collaut Valera, que reemplazó al Ave Fénix cuando el inmueble
albergaba otra empresa: La Unión y el Fénix.
La tarde madrileña se
va como una príncesa envuelta en ropajes aúreos, pero de verdad, no como el rey
del cuento de Andersen, que iba desnudo.
La luz apenas
tamizada adorna con majestuosa sordina, a la vez, el edificio de la joyería
Grassi, que sustituyó al salón de té Sicilia Molinero –todo el mundo le quitaba
el Sicilia y decía sencillamente Molinero-. Pero sólo se ve la cúpula de
Metrópolis en la foto. Uno, porque sabe…
Sicilia Molinero fue
años ha un salón de té selecto y encantador, que estuvo muy de moda. Allí se
veían, y se hablaban en voz baja con las manos tomadas, la marquesa de Amboages
y el torero Domingo Ortega, que mantenían un romance secreto del que estaba
enterado todo Madrid.
Allí celebraron
alguna vez su aniversario de boda mis tíos Antonio y Elena Carvajales y su
primera comunión mi primo Antonio, que parecía muy calladito y muy formal pero
sí, sí...
La música tiene un
gran poder evocativo, es verdad. También fotografías tan bellas como ésta, que
conjuga con serenidad de crepúsculo un asombroso juego de luces doradas que se
adhieren a ese cielo azul de Madrid, el cielo de Velázquez.
En ese primer tramo
de la Gran Vía de Madrid, que en la foto no ilumina la farola, sino la mágica
luz de la tarde, están, asímismo, el Edificio La Estrella, el Hotel Roma y el Casino
Militar.
Y el recuerdo de
nuestra dorada juventud, tan dorada como la luz de las postrimerías de la tarde
que captó ese fotógrafo que siempre está allí.
© José Luis Alvarez Fermosel
No hay comentarios:
Publicar un comentario