Me viene como a
través de una niebla con aroma de violetas el recuerdo de Saritísima, María
Antonia, Sara Montiel, Sara de España muerta en olor de retiro tras una larga
vida de éxitos, halagos, amores, fortuna...
La Sarita extraordinariamente
bella con su madre en aquella tasca de la calle de San Bernardo, cerca de la
Glorieta de Quevedo de Madrid. Hacía frío. Sala Radigales había pedido
caldereta de cordero y el vino tinto tenía un dejo a pedernal. Ella vivía cerca
de ahí.
“¡Alfombrarte con claveles la Gran Vía…!” Claveles y violetas
y un enredo violento de cuplés y madrugadas en ventas de carretera, flamenco y
la luna llena. “Luna, luna de España,
cascabelera…”
Sara Montiel en los
toros fumando un puro. “Fumando espero al
hombre que yo quiero…”
¿Quién era el hombre
que ella quiso en realidad? ¿Cuántos la quisieron? ¿Quién no la quiso?
Había algo detrás de
sus ojos enormes, de su rostro hermosísimo que a lo mejor nadie supo lo que
era.
Ya se dieron los
datos, se enumeró la larga lista de películas que protagonizó, los discos que
grabó, los romances que tuvo –o los que se cree que tuvo-; ya se recordaron sus
desplantes y sus carcajadas que sonaban a sollozo.
Es la hora de
recordar a Sara, Saritísima, Maria Antonia Abad en sus comienzos, delgada, con
los ojos febriles, la sonrisa en la boca roja y no en los ojos y una cintura
inverosímil.
Gary Cooper dijo en
el rodaje de Veracruz que se ponía
aceite en el pelo endrino. ¡Se iba a poner…!
Dicen que incluso
Franco iba a los estrenos de sus películas. A la salida se agolpaba la gente y
los guardias tenían que intervenir, casi como los legionarios de Millán Astray
en la boda de Celia Gámez.
Dijeron de todo de
María Antonia Abad, Sara, Saritísima, Sara de España, hermosa criatura.
“¡Sus ojos en mí, se fijaron con tal fuerza en el mirar…!”
- ¿Se fijaron en usted, sus ojos?
- ¡No, hombre, estaba recordando la letra de un cuplé!
Sara,
Saritísima, María Antonia, Sara Montiel…
El último
cuplé.
© José Luis Alvarez Fermosel
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