viernes, 19 de abril de 2013

Un trote solemne y señorial



Volví a mirar el reloj. Eran las siete. Mi caballo enderezó sus largas y esbeltas orejas y con un airoso movimiento de la cabeza emprendió el galope. Para ello no era necesario espolearle, bastaba alentarle con una sola palabra. Se encabritaba y agitaba la cabeza mientras marchaba majestuosamente al galope por el camino de herradura que discurría entre verdes árboles de elevadas copas. En alguna parte, lejos, unas gigantescas alas plateadas se deslizaban hacia el final de la pista, se alzaba el tren de aterrizaje, la deslumbrante luz de la mañana penetraba por las ventanillas del avión y el rugido de los motores ahogaba todas las palabras. El avión seguía avanzando, arreció el estruendo de los motores, aumentóse la velocidad y el aparato, despegándose imperceptiblemente del suelo, se elevó en el aire describiendo una pronunciada curva. Luego puso rumbo hacia el oeste.
Ya todo había pasado.
Como con un gesto de disculpa, que ni yo mismo sabía a qué atribuir, me incliné para acariciar el cuello del caballo. Se dilataron sus rosadas fosas nasales y volvió a enderezar las orejas.
Aminoró el galope y siguió avanzando al trote, un trote solemne y señorial. La mañana era esplendorosa y de una increíble suavidad.

Estos párrafos pertenecen a la novela corta El día de mañana nunca llegará, del escritor finlandés Mika Waltari (1908-1979), traducido a 40 idiomas, que se hizo famoso por su obra Sinuhé, el egipcio, escrita en 1945 y convertida rápidamente en best seller mundial.
En 1954 se filmó una película con el mismo título, dirigida por Michael Curtiz –el realizador de Casablanca- e interpretada por un elenco estelar que incluyó actores de la categoría de Jean Simmons, Victor Mature, Gene Tierney, Peter Ustinov y otros no menos renombrados. El film tuvo también un gran éxito.
De muchacho, Waltari fue testigo en Helsinki de la Guerra Civil Finlandesa, que duró desde el 27 de enero hasta el 15 de mayo de 1916.
Estudio teología por imposición materna y posteriormente filosofía y literatura, graduándose en esta última materia en 1929.
Ya de estudiante escribió artículos en varias revistas, poesía y cuentos.
De 1930 a 1940 trabajó como periodista y crítico para diversos diarios y revistas y viajó por toda Europa. Dirigió el semanario Suomen Kuvalehti.

Otro autor a quien benefició el periodismo 

Otro autor a quien benefició el periodismo, que imprimió a su obra una claridad meridiana y un estilo directo y conciso, como puede observarse leyendo el fragmento reproducido arriba. La traducción al español de Ursula Lindstrom fue buena.
Mika Waltari escribió siete novelas históricas, entre ellas Marco, el romano y El etrusco.
Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) dio a conocer varias novellas, entre ellas El día de mañana nunca llegará (1961): el relato de un amor pecaminoso y de un homicidio involuntario que incluye el suspenso propio de un policial. Un relato sólido, cautivante, conmovedor, de un autor amante de los temas audaces y el refinamiento artístico.
Su producción total abarca 29 novelas, 15 novelas cortas, seis colecciones de cuentos de hadas, seis tomos de versos y 26 obras de teatro.
Mika Waltari fue miembro de la Academia Finlandesa de Letras y la Universidad de Tuku le nombró doctor Honoris Causa en 1970.
En el centésimo aniversario de su nacimiento se lanzó una moneda conmemorativa de plata de 10 euros, acuñada en 2008. En una cara se veía una deidad egipcia y en la otra la firma del escritor y el plumín de iridio de una lapicera fuente.
En los años 60 y 70 hacían una noble competencia a Mika Waltari, y nuestras delicias, una serie de escritores como Vicki Baum, A. J. Cronin, Somerset Maugham, Maxence Van Der Meersch, Lajos Zilahy, Jan de Hartog, Curzio Malaparte, Jean Pelegri, Hamilton Basso, Julien Green, Upton Sinclair, John P. Marquand, Eudora Welty, Louis Bromfield, Cecil Roberts, Paul Morand, Daphne du Maurier, Alberto Moravia y quizás unos veinte más que conocieron la gloria y hace ya mucho tiempo que están sumidos en un profundo, oscuro e injusto olvido. Sus obras no fueron reeditadas. Nadie, o muy poca gente los recuerda. Varios fueron motejados de “menores” y alguno que otro de “lineal”.
Ahora se llevan los libros de autoayuda, acordes con el cariz onanista que tiene la época actual.

© José Luis Alvarez Fermosel 

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