Volví a mirar el reloj. Eran las siete. Mi caballo enderezó sus largas y
esbeltas orejas y con un airoso movimiento de la cabeza emprendió el galope.
Para ello no era necesario espolearle, bastaba alentarle con una sola palabra.
Se encabritaba y agitaba la cabeza mientras marchaba majestuosamente al galope
por el camino de herradura que discurría entre verdes árboles de elevadas
copas. En alguna parte, lejos, unas gigantescas alas plateadas se deslizaban
hacia el final de la pista, se alzaba el tren de aterrizaje, la deslumbrante
luz de la mañana penetraba por las ventanillas del avión y el rugido de los
motores ahogaba todas las palabras. El avión seguía avanzando, arreció el
estruendo de los motores, aumentóse la velocidad y el aparato, despegándose
imperceptiblemente del suelo, se elevó en el aire describiendo una pronunciada
curva. Luego puso rumbo hacia el oeste.
Ya todo había pasado.
Como con un gesto de disculpa, que ni yo mismo sabía a qué atribuir, me
incliné para acariciar el cuello del caballo. Se dilataron sus rosadas fosas
nasales y volvió a enderezar las orejas.
Aminoró el galope y siguió avanzando al trote, un trote solemne y
señorial. La mañana era esplendorosa y de una increíble suavidad.
Estos párrafos
pertenecen a la novela corta El día de
mañana nunca llegará, del
escritor finlandés Mika Waltari (1908-1979), traducido a 40 idiomas, que se
hizo famoso por su obra Sinuhé, el
egipcio, escrita en 1945 y convertida rápidamente en best seller mundial.
En 1954 se filmó una
película con el mismo título, dirigida por Michael Curtiz –el realizador de Casablanca- e interpretada por un elenco
estelar que incluyó actores de la categoría de Jean Simmons, Victor Mature,
Gene Tierney, Peter Ustinov y otros no menos renombrados. El film tuvo también
un gran éxito.
De muchacho, Waltari fue testigo en Helsinki de la
Guerra Civil Finlandesa, que duró desde el 27 de enero hasta el 15 de mayo de
1916.
Estudio teología por
imposición materna y posteriormente filosofía y literatura, graduándose en esta
última materia en 1929.
Ya de estudiante
escribió artículos en varias revistas, poesía y cuentos.
De 1930 a 1940 trabajó como
periodista y crítico para diversos diarios y revistas y viajó por toda Europa.
Dirigió el semanario Suomen Kuvalehti.
Otro autor a quien
benefició el periodismo
Otro autor a quien
benefició el periodismo, que imprimió a su obra una claridad meridiana y un
estilo directo y conciso, como puede observarse leyendo el fragmento
reproducido arriba. La traducción al español de Ursula Lindstrom fue buena.
Mika Waltari escribió
siete novelas históricas, entre ellas Marco,
el romano y El etrusco.
Después de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945) dio a conocer varias novellas, entre ellas El día
de mañana nunca llegará (1961): el relato de un amor pecaminoso y de un
homicidio involuntario que incluye el suspenso propio de un policial. Un relato
sólido, cautivante, conmovedor, de un autor amante de los temas audaces y el
refinamiento artístico.
Su producción total abarca
29 novelas, 15 novelas cortas, seis colecciones de cuentos de hadas, seis tomos
de versos y 26 obras de teatro.
Mika Waltari fue
miembro de la Academia Finlandesa de Letras y la Universidad de Tuku le nombró
doctor Honoris Causa en 1970.
En el centésimo
aniversario de su nacimiento se lanzó una moneda conmemorativa de plata de 10
euros, acuñada en 2008. En una cara se veía una deidad egipcia y en la otra la
firma del escritor y el plumín de iridio de una lapicera fuente.
En los años 60 y 70 hacían
una noble competencia a Mika Waltari, y nuestras delicias, una serie de
escritores como Vicki Baum, A. J. Cronin, Somerset Maugham, Maxence Van Der
Meersch, Lajos Zilahy, Jan de Hartog, Curzio Malaparte, Jean Pelegri, Hamilton
Basso, Julien Green, Upton Sinclair, John P. Marquand, Eudora Welty, Louis
Bromfield, Cecil Roberts, Paul Morand, Daphne du Maurier, Alberto Moravia y quizás
unos veinte más que conocieron la gloria y hace ya mucho tiempo que están
sumidos en un profundo, oscuro e injusto olvido. Sus obras no fueron reeditadas.
Nadie, o muy poca gente los recuerda. Varios fueron motejados de “menores” y
alguno que otro de “lineal”.
Ahora se llevan los
libros de autoayuda, acordes con el cariz onanista que tiene la época actual.
© José Luis Alvarez Fermosel
No hay comentarios:
Publicar un comentario