Redescubro a Saki
leyendo su cuento La ventana abierta.
Grata sorpresa, pues
se trata de un cuento breve. Otra vez Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces
bueno”…-.
Lo leo en su idioma original,
el inglés, lo que me garantiza que el cuento no fue maleado por ningún
traductor ineficiente, que los hay los hay.
Saki es el seudónimo
-tomado al parecer de una versión de Scott Fitzgerald de Rubaiyat, de Omar
Khayyam-, del escritor inglés Héctor Hugh Munro, nacido el 18 de diciembre de
1870 en Akyab (Birmania), donde su padre era inspector jefe de la policía
colonial.
A los dos años
perdió a su madre. Su padre le llevó, junto con sus dos hermanos, al pueblo
inglés de Barnstable. Allí se educó con dos tía solteronas que se odiaban entre
sí y le inspiraron sus personajes de tías mezquinas y gruñonas.
La ventana abierta es un cuento sobrio, sucinto, compacto, uno de cuyos
méritos es que está escrito en un inglés que nada tiene que ver, por ejemplo,
con el del Finnegans Wake de Joyce
–multilingüe, incrustado de neologismos, asociaciones libres y retruécanos- y
el de varios de los representantes del modernismo anglosajón, oscuros, cuando
menos.
Si alguno de los incondicionales
de Joyce leyera estas líneas me pondría inmediatamente en su índex particular. I beg your pardon. Pero en literatura
como en pintura –en todas las Bellas Artes, en general- prefiero la claridad,
la precisión y lo inteligible al enredo y el oscurantismo.
“Una rosa es una
rosa, es una rosa, es una rosa…”
Quizás lo mío sea
que por deformación profesional necesite la concisión, la exactitud y la
rapidez para leer, entender y escribir. “Una
rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa…”, dijo Gertrude Stein,
despejando contundentemente cualquier duda al respecto. El alumno escribió: “Los sucesos que acaecen cotidianamente en
la rúa”. Juan de Mairena (1) tachó la frase y escribió: “Lo que pasa en la calle”
Repetiré mi
exhortación a mis reporteros de la agencia EFE, que todavía se recuerda en
algunos bares de la ciudad: “Sujeto,
verbo, predicado… ¡y a cobrar!”.
Por eso me gusta
Saki y en particular su cuento Ventana
abierta, cuyo argumento oscila entre el suspenso y la fantasía y sitúa a
sus personajes en un ambiente rural.
Se lee en muy poco
tiempo –lo cual invita a la reelectura inmediata- y se entiende a la
perfección, desde la primera palabra a la última. Está escrito para que se
entienda, en una prosa clara y ágil, basada en el lenguaje estándar culto,
carente de expresiones dialectales.
La influencia del
periodismo
El final del cuento,
magnífico, se resuelve en una línea de texto, o poco más.
Saki no escribió
como lo hizo por obra y gracia del Espíritu Santo. El también fue periodista
–corresponsal del Morning Star en
Rusia-. El periodismo le dio, como a tantos otros escritores que también lo practicaron,
el lenguaje desnudo y directo con el que están escritas sus obras.
Se le atribuyen
semejanzas con Oscar Wilde. En todo caso, como atinadamente opinó Luis
Gregorich (2), su ironía es bastante más sombría que la de Wilde.
Graham Greene, autor
de la selección de cuentos The best of
Saki (Lo mejor de Saki) de una antología publicada en 1953
–también escribió el prólogo-, afirmó que los héroes de Saki son incapaces de
olvidar los años que el escritor vivió, o sobrevivió en Barnstaple al cuidado
de sus inaguantables tías.
Al comenzar la
Primera Guerra Mundial Saki se alistó en el ejército inglés. Finalmente se le
destinó a las trincheras del continente en Francia. Allí murió al pisar una
mina, cerca de Beaumont-Hamel, el 13 de noviembre de 1916.
Gregorich recuerda sus
últimas palabras, dirigidas a un compañero: “¡Apaga
ese maldito cigarrillo!”.
(1) Docente
apócrifo, creación literaria de Antonio Machado, personaje central de numerosos
trabajas aparecidos en El Diario de Madrid.
(2) Periodista y
escritor argentino de origen croata que dirigió el Suplemento Cultural del mítico
diario La Opinión de Buenos Aires, el
“boom” periodístico de los años setenta en Argentina.
© José Luis Alvarez Fermosel
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