jueves, 11 de abril de 2013

La ventana abierta



Redescubro a Saki leyendo su cuento La ventana abierta.
Grata sorpresa, pues se trata de un cuento breve. Otra vez Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”…-.
Lo leo en su idioma original, el inglés, lo que me garantiza que el cuento no fue maleado por ningún traductor ineficiente, que los hay los hay.
Saki es el seudónimo -tomado al parecer de una versión de Scott Fitzgerald de Rubaiyat, de Omar Khayyam-, del escritor inglés Héctor Hugh Munro, nacido el 18 de diciembre de 1870 en Akyab (Birmania), donde su padre era inspector jefe de la policía colonial.
A los dos años perdió a su madre. Su padre le llevó, junto con sus dos hermanos, al pueblo inglés de Barnstable. Allí se educó con dos tía solteronas que se odiaban entre sí y le inspiraron sus personajes de tías mezquinas y gruñonas.
La ventana abierta es un cuento sobrio, sucinto, compacto, uno de cuyos méritos es que está escrito en un inglés que nada tiene que ver, por ejemplo, con el del Finnegans Wake de Joyce –multilingüe, incrustado de neologismos, asociaciones libres y retruécanos- y el de varios de los representantes del modernismo anglosajón, oscuros, cuando menos.
Si alguno de los incondicionales de Joyce leyera estas líneas me pondría inmediatamente en su índex particular. I beg your pardon. Pero en literatura como en pintura –en todas las Bellas Artes, en general- prefiero la claridad, la precisión y lo inteligible al enredo y el oscurantismo.

“Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa…”

Quizás lo mío sea que por deformación profesional necesite la concisión, la exactitud y la rapidez para leer, entender y escribir. “Una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa…”, dijo Gertrude Stein, despejando contundentemente cualquier duda al respecto. El alumno escribió: “Los sucesos que acaecen cotidianamente en la rúa”. Juan de Mairena (1) tachó la frase y escribió: “Lo que pasa en la calle”
Repetiré mi exhortación a mis reporteros de la agencia EFE, que todavía se recuerda en algunos bares de la ciudad: “Sujeto, verbo, predicado… ¡y a cobrar!”.
Por eso me gusta Saki y en particular su cuento Ventana abierta, cuyo argumento oscila entre el suspenso y la fantasía y sitúa a sus personajes en un ambiente rural.
Se lee en muy poco tiempo –lo cual invita a la reelectura inmediata- y se entiende a la perfección, desde la primera palabra a la última. Está escrito para que se entienda, en una prosa clara y ágil, basada en el lenguaje estándar culto, carente de expresiones dialectales.

La influencia del periodismo

El final del cuento, magnífico, se resuelve en una línea de texto, o poco más.
Saki no escribió como lo hizo por obra y gracia del Espíritu Santo. El también fue periodista –corresponsal del Morning Star en Rusia-. El periodismo le dio, como a tantos otros escritores que también lo practicaron, el lenguaje desnudo y directo con el que están escritas sus obras.  
Se le atribuyen semejanzas con Oscar Wilde. En todo caso, como atinadamente opinó Luis Gregorich (2), su ironía es bastante más sombría que la de Wilde.
Graham Greene, autor de la selección de cuentos The best of Saki (Lo mejor de Saki) de una antología publicada en 1953 –también escribió el prólogo-, afirmó que los héroes de Saki son incapaces de olvidar los años que el escritor vivió, o sobrevivió en Barnstaple al cuidado de sus inaguantables tías.
Al comenzar la Primera Guerra Mundial Saki se alistó en el ejército inglés. Finalmente se le destinó a las trincheras del continente en Francia. Allí murió al pisar una mina, cerca de Beaumont-Hamel, el 13 de noviembre de 1916.
Gregorich recuerda sus últimas palabras, dirigidas a un compañero: “¡Apaga ese maldito cigarrillo!”.

(1) Docente apócrifo, creación literaria de Antonio Machado, personaje central de numerosos trabajas aparecidos en El Diario de Madrid.
(2) Periodista y escritor argentino de origen croata que dirigió el Suplemento Cultural del mítico diario La Opinión de Buenos Aires, el “boom” periodístico de los años setenta en Argentina.

© José Luis Alvarez Fermosel 

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