Suena el timbre del
portero eléctrico. Me levanto de mi sillón favorito, en el que estaba cómodamente
arrellanado, leyendo. Atiendo. Vienen del mercado de las bolivianas, donde habíamos
hecho un pedido, a entregárnoslo.
Les franqueo la
entrada y vuelvo a mi sillón favorito, donde mi perra Dolce se ha instalado y
me mira, desafiante. Quien diga que tiene un sillón favorito y tenga perro, no
dice la verdad: el perro tiene siempre el sillón favorito de uno. Recomiendo
que, como en mi caso, se disponga de una silla de lona de director de cine para
aposentarse en ella cuando nuestro perro lo haga en su sillón favorito, que es
el nuestro.
Decido salir a dar
una vuelta por el barrio, antes de que anochezca y decaiga la animación.
Me topo con una
paseadora de perros. Delante de todos, suelto, un hermoso pastor alemán guía a
sus congéneres, marcando el paso poco menos que como un bailarín de tango.
En la ferretería de
la esquina tienen en la calle, a la entrada, una gran jaula con pájaros, que
retozan alegremente. Identifico a un par de cotorritas –que se están dando un
beso de piquito-, un pájaro brasita y un canario.
Pasa un cartonero,
tirando de un carro lleno de cartones y encima de ellos un gran perro pardo y
ladrador. Pasa una muchacha de pelo éndrino y tez muy blanca con una mochila a
la espalda, por la que asoma la cabecita de un gato atigrado de mirada ambarina.
Hoy es el día del
animal en la República Argentina.
Nuestras mascotas
están a salvo, mientras estén a nuestro lado. Pero pidamos protección para los
animalitos que amó Francisco de Asís a los dioses que rigen sus destinos: los
dioses de los bosques y los caminos; aquellos que dan su luz a las luciérnagas
para que pueblen la noche de puntos suspensivos, los que imprimen a la liebre velocidad y ese zigzagueo rapidísimo que dificulta su caza; aquellos que velan por el urogallo y la lagartija prendida a un muro encalado, como una rara joya verde y naranja bajo el sol deslumbrador de la mañana; los que protegen al
caballo, al monito y al kohala, al estornino, la foca y la gacela Thompson: a
todos los animales domésticos y salvajes que pueblan la tierra, con hombres con
rifles y redes.
© José Luis Alvarez Fermosel
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