domingo, 8 de junio de 2008

De libros y lecturas



“... Leer, leer, leer, vivir la vida
Leer, leer, leer, vivir la vida
que otros soñaron...”
(Miguel de Unamuno)

Los libros son los primeros amigos que le ofrecen a uno su amistad de la mano del padre, la madre o alguno de los abuelos, después de haberlos retirado morosa y amorosamente de la biblioteca para dárnoslos. Los nuevos, vestidos de gala, relucen con sus hojas de papel satinado y sus ilustraciones a todo color. Nos recuerdan caballeros de frac de tiempos pretéritos, bailando el vals con bellas damas ataviadas con largos vestidos blancos. Música de Weber, risas, tintineo de copas de cristal de Bohemia, abanicos, suspiros...
Uno no desprecia libros viejos de entrañables librerías de lance. ¿Se encuentra en ellas algún incunables? ¡Jamás! Pero sí, de vez en cuando, una vieja historia de Inglaterra o un Quijote ilustrada por Gustavo Doré.
Esos amigos, los libros –nuevos o viejos- que leímos por primera vez, nos hicieron conocer a otros y esos a otros. En la lectura de todos ellos nos refugiamos cuando nos dejó una novia o nos traicionó un amigo. Los libros son fieles –el único traidor suele ser el traductor...-.
Iluminados por su luz y entibiados por su afecto nos instalamos en regiones etéreas donde no hay maldad, sino verdes ríos que discurren por valles silenciosos, animales adorables como el burrito “Platero”, o inquietantes como el gato de “Alicia en el país de las maravillas”; el último de los mohicanos, capitanes intrépidos, el hombre que fue jueves, detectives de anteojos y cachimba, caballeros de la mesa redonda, cumbres borrascosas, orgullo y pasión…
Quienes tuvimos la suerte de leer libros que nos gustaron inmediatamente después de haber aprendido a leer, adquirimos el hábito de la lectura y nos hicimos amigos de los libros..., menos de los textos colegiales que íbamos a comprar con nuestros padres al empezar un nuevo curso, pasadas como un sueño las vacaciones de verano. ¡Nos parecía que esos libros tenían tantas páginas como un diccionario! Pero pronto les perdimos el miedo y jalonaron nuestro bachillerato. Aún conservamos algunos de aquella época tan lejana, vueltos a encuadernar, en un rincón de nuestra biblioteca y nuestro corazón.
Hoy en día se lee muy poco, por desgracia. Por leer poco, o nada, se habla y se escribe muy mal y se oyen las cosas que se oyen por la radio y la televisión. No hay que echarle la culpa a la computación, pues hay libros “on line” y, a mayor abundamiento, hasta enciclopedias, por lo menos una.
La Internet no terminó con los libros -cada día se editan más- ni con la lectura, así como el cine no desplazó al teatro ni la televisión a la radio.
En mi último viaje a Madrid, me enteré por el último informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), que pondera los conocimientos de más de 400 estudiantes de 15 años en 57 naciones, que España aparece al final de la lista de los países desarrollados, sólo por delante de Grecia, Turquía y México en comprensión de lectura. Un 28 por ciento de jóvenes españoles entre 14 y 24 años reconoce que no lee, según el último estudio del Gremio de Editores.
El gobierno español echó la culpa del retroceso en la educación a la deficiente formación de los padres. La oposición cargó contra la que considera mala política educativa del gobierno. Tirios y troyanos echaron su cuarto a espadas en torno al tema e inundaron los periódicos con sus opiniones.
El gran ensayista argentino Alberto Manguel dice en uno de los ensayos de “En el bosque del espejo” –recuerda María Malusardi en el último número de la excelente revista “El Arca”-: “En medio de la incertidumbre y de muchas clases de miedo, amenazados por la pérdida, el cambio y los dolores interno y externo, para los que no hay lenitivo, los lectores saben que al menos hay, aquí y allí, unos pocos lugares seguros, reales como el papel y vigorizantes como la tinta, que nos conceden albergue durante nuestro paso por el oscuro bosque sin nombre”.



© José Luis Alvarez Fermosel








2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cuán cierto es lo que decís! Fijate que hoy día hay mucha gente incluso "vedettes o modelos" (¿?) que hasta se jactan por no leer ni siquiera el diario. Así les va porque dicen cada barbaridad que dan ganas de amordazarlas, por lo menos. No me explico cómo pueden ser tan "representativas". Bueno, sí, para lo que pienso no se necesita que hablen, ni bien ni mal. Si es nada, mejor. Te felicito por el blog (que leo siempre) y por tu labor en la radio (que te escucho siempre) Damián (Recoleta)

Anónimo dijo...

Tú lo has dicho.Gracias por ser tan seguidor mío.