domingo, 19 de octubre de 2008

De líneas y laberintos

En nuestro artículo anterior “El rey desnudo”, editado bajo estas líneas, decíamos que en literatura, entre otras artes y, desde luego en geometría –que es una ciencia-, la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta.
Utilizábamos ese punto de partida para defender la claridad, los escritos directos que se leen y se entienden con facilidad. Y recordábamos que hay, y ha habido escritores lineales, rectos, que dentro de ese estilo escribieron obras magníficas que, merecidamente, se inscribieron en la historia de la literatura universal y ahí están, para iluminarnos y deleitarnos cada vez que acudamos a ellas.
Otros, con todo derecho, escriben de otra manera. Nada tan lejos de nuestro ánimo como criticarlos.
El laureado escritor mexicano Juan José Arreola publica en el número de la revista “Ñ” de Buenos Aires correspondiente al 18 de octubre de 2008 un trabajo que titula “Encuentros”. En él dice que
“dos puntos que se atraen no tienen por qué elegir forzosamente la línea recta”, aunque reconoce que “es el procedimiento más corto”.
Para Arreola, también hay quienes prefieren el infinito. Y añade:
“Las gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho, avanzan en zigzag, pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan. Tan brusco amor es un choque, y los que así afrontaron son devueltos al punto de partida por un efecto de culata. Demasiados proyectiles, su camino al revés se los incrusta de nuevo, repasando el cañón, en un cartucho sin pólvora”.
El escritor concluye: “De vez en cuando una pareja se aparta de esa regla invariable. Su propósito es francamente lineal y no carece de rectitud. Misteriosamente optan por el laberinto. No pueden vivir separados. Esta es su única certeza, y van a perderla buscándose. Cuando uno de ellos comete un error y provoca un encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin saludar”.
Bien.


© José Luis Alvarez Fermosel



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