lunes, 16 de agosto de 2010

Catas

La cata, las catas, catarlo, probarlo todo está actualmente muy de moda. Ya se sabe todo lo que puede hacerse, sometido uno de buenísimo grado a la tiranía de la moda, fuertemente apoyada por el mercadeo y la publicidad.
Esto de probarlo todo, comparado con otras manías “trendy”, no está mal; es algo menos bobo y menos nocivo que otras cosas que han sentado patente de corso, como la celebración de la semana del huevo, las guerras de almohadas, los desfiles de modas de hombres ataviados con ropa femenina, beber agua por litros durante todo el día hasta que los riñones salten en pedazos y otras parecidas a las que no nos referiremos por falta de espacio.
El caso es que se cata, se cata mucho en estos días: a ciegas y, también, con los ojos abiertos, mirando con fijeza al horizonte; en pie, como un soldado en posición de firmes frente su bandera; ante una mesa, rodeado por varios compañeros de cata o arrellanado en un sillón Chesterfield, en un “roof garden”.
Se catan el vino, el te, el café, el whisky, el chocolate, los habanos, el aceite, el queso, la yerba mate, la mayonesa, el vinagre…
Una muy extensa nota publicada en el diario La Nación de Buenos Aires el 16 de agosto de 2010, que firman varios catadores, lo cuenta todo acerca de esta nueva tendencia. Hay otra anterior, publicada en la revista española 20Minutos, sobre lo que se dice en las catas de vinos. No tiene desperdicio.
Ah, mientras escribo estas líneas me llega la desmentida de un experto en catas, en elaboración de nuevas “delikatessen”, diplomado en cocina molecular e investigador de unos importantes laboratorios de Rennes: no es verdad que esté en marcha un proceso conducente a convertir los excrementos de gallina en chocolate.
¡Menos mal!

© José Luis Alvarez Fermosel

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