jueves, 12 de agosto de 2010

Puerta del Sol

La Puerta del Sol es el centro, cada vez más animado, bullicioso, comercial, folklórico y turístico del eterno Madrid.
Del kilómetro cero, situado justo en el centro de la plaza, parten las seis carreteras nacionales. Vivos están el simbolismo y la huella histórica de esta zona de la capital de España, que en el siglo XV servía de límite a uno de los arrabales más poblados de la ciudad, en el que había una muralla con una puerta orientada a poniente, con un sol encima, que al parecer dio nombre al lugar.
En el año 1860 se empezó a pincelar lo que en esencia es hoy en día la actual Puerta del Sol. Hubo que demoler tres edificios: el hospital del Buen Suceso, donde se abrió la calle de Espoz y Mina, el convento de los Mínimos de la Victoria y la iglesia de San Felipe el Real, en cuyas gradas se hallaba el famoso Mentidero: una tertulia abierta en la que se producían las noti­cias… antes que los hechos.
Los cambios afectaron a determinadas calles, que desaparecieron del plano urbanístico. Surgieron otras, como la travesía del Arenal. Se construyeron, además, casas que dotaron a la Puerta del Sol de una interesante armonía arquitectónica.
Fue su dueño, el duque de Santoña -destacado financiero del siglo anterior-, quien, tras ver concluídas las obras, bautizó como “el patio de mi casa” a la remozada Puerta del Sol.
Una de las últimas reformas data de 1986, cuando se cambiaron las fuentes y las farolas y se ensancharon las zonas peatonales.
La estatua ecuestre de Carlos III, que hoy preside la plaza, fue instalada en 1995, después de que se aprobara su emplazamiento en una consulta popular. Junto a la estatua desta­can el monumento del Oso y el Madroño -elementos heráldicos del escudo de la villa-, que fue ubicada al comienzo de la calle del Carmen, a finales de 1960, y la diosa mitológica Mariblanca, esculpida por Navarro Santa Fe.
Durante los siglos XVII y XVIII numerosas tiendas, librerías, restaurantes y cafés abrieron sus puertas en esta zona y marcaron la personalidad de la Puerta del Sol, configurándola como un monumento, una gran arteria comer­cial y un centro de reuniones, celebraciones y protestas populares.
Frenta a la estatua de Carlos III está el edificio llamado Casa de Correos, sede central de la Comunidad Autónoma de Madrid, obra del arquitecto francés Jacques Marquet. Iniciada en 1768, el resultado fue un conjunto artístico de corte rectangular y estilo clásico, con dos patios porticados y una fachada de cinco cuerpos simétricos.
Hay un reloj de tres esferas instalado sobre el frontón del edi­ficio, donado por el relojero José Rodríguez Losada, que constituye uno de los elementos característicos de la construcción. El mal funcionamiento del reloj dio lugar a esta coplilla, que se repitió durante muchos años:

Este reloj tan fatal
que hay en la Puerta del Sol
-dijo a un turco un español-
¿Por qué funciona tan mal?
Y el turco con desparpajo
contestó cual perro viejo:
Este reló es el espejo
del Gobierno que hay debajo

Con el tiempo, el reloj donado por Losada, e inaugurado en 1866, empezó a funcionar bien, se convirtió en símbolo de la capital de España y, desde el pasado siglo XX, en noble anfitrión de la noche de fin de año.
Cada 31 de diciembre acuden miles de personas a comer las doce uvas de la suerte, al compás de otras tantas campanadas del reloj de la Puerta del Sol, despidiendo así al año, a la espera de que, según la tradición, el año próximo sea próspero y feliz.
Uno pasó por la Puerta del Sol infinidad de veces, con la naturalidad, es más, con la “nonchalance” de los veinte años, como si no fuera a dejar de verla nunca.
Un día uno empezó a viajar, y a ver la Puerta del Sol al regreso de sus viajes. Hasta que se afincó en una ciudad lejana de otro país, desde la que no deja de sentir la nostalgia de su Puerta del Sol y su ciudad, en la que nació, que jamás se olvida, esté uno donde esté.

© José Luis Alvarez Fermosel

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