domingo, 1 de agosto de 2010

Grand Hotel

Los acontecimientos del «Grand Hotel» no forman destinos humanos completos, netos y de­finidos, porque no son más que partes, fragmentos, jirones de vida. En las habitaciones cerradas, viven personas insig­nificantes o dignas de interés, individuos que ascienden, otros que caen... dichas y desdichas, catástrofes y triunfos viven allí, separados por un tabique. La puerta giratoria da vueltas y lo que ocurre entre una llegada y una salida, no constituye jamás un todo. Quizá, por otra parte, no haya en el mundo destinos completos, sino solamente algo parecido: preludios que no tendrán consecuencia, desenlaces a los que no precede ningún prólogo. Lo que parece hijo de la casualidad, está muchas veces regido por las leyes.
Si alguien se propusiese emprender la narración de lo que hubiera visto detrás de las puertas, correría el peligro de oscilar entre la verdad y la mentira, como sobre una cuerda floja que se balancea...

Hotel, sí, Grand Hotel –así, con d final-, hoteles. Vicki Baum (1888-1960). Escritora austríaca nacionalizada estadounidense. Su fama se extendió por Europa y los Estados Uidos entre las décadas del 30 y el 50.
Le gustaba escribir novelas sobre hoteles, buen tema. “Hotel Berlín”, “Grand Hotel“, “Shanghai Hotel”…
De “Grand Hotel” se hicieron dos películas. La primera, filmada en 1932, fue dirigida por Gottfried Reirinhardt e interpretada por Greta Garbo y John Gilbert; la segunda se rodó en 1959, bajo la dirección de Edmund Goulding y con Michèlle Morgan y O. W. Fischer como figuras estelares.
Puesta en contacto con Hollywood a partir de 1932, Vicki Baum dedicó parte de su producción literaria al cine. Le siguió los pasos la inglesa Daphne du Maurier, más o menos en la misma época.
Muchos autores de entonces vieron algunas de sus obras llevadas al cine. Estaban de moda Cecil Roberts, Paul Morand, Somerset Maugham, Pearl S. Buck, Claude Houghton, Louis Bromfield, A. W. Mason, Maurice Dekobra, Pierre Drieu La Rochelle… Muchos de ellos también escribieron sobre hoteles.
Los grandes hoteles de los “roaring twenties”, abarrotados de millonarios alemanes, gigolós franceses de alto vuelo, bailarinas, cantantes de ópera, escritores ingleses, alguna marquesa española, músicos fracasados…
Aventura. “Glamour”. Charleston. Corría el champán a raudales. También se bebía absenta y se fumaban cigarrillos turcos. El “Orient Express” viajaba de Ostende a Estambul, pasando por Viena, Subotica, Belgrado, Budapest. El expreso de Shanghai se difuminaba con el humo en la noche, con Marlene Dietrich haciendo de dama equívoca –utilicemos el lenguaje de la época-. Amores apasionados, partidas de “bridge” en “roof gardens” de palacios ducales, tango y las tardes del Ritz.
¡Qué época!, ¿no?

© José Luis Alvarez Fermosel
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