viernes, 10 de junio de 2011

La vieja confitería clásica

La vieja confitería (1) clásica sigue en pie, con su fachada de piedra oscura y sus flores de lis, llevando como puede sus muchos años de vida y de historia. Ahora muestra una actualidad rancia de café quemado y verdín.
Ofrece un salón de fiestas, pero nada invita al festejo en su interior desolado y amarillento, con su gastada “boisserie” y sus pesados espejos mancillados por varias generaciones de moscas.
Los globos de las lámparas que cuelgan del techo artesonado dan una luz baja y agria que no deja ver los rincones, en los que posiblemente animan trasgos melancólicos que salen a la medianoche.
Dicen que también hay fantasmas en la vieja confitería clásica, que se confunden ciertas noches con unos pocos parroquianos que van de vez en vez. Los camareros pasan entre ellos y reparten pasteles grises que algunos dicen que son de cartón piedra.

Nobles caballeros gastaban fortunas en champán

La vieja confitería clásica fue otrora lujosa y rutilante, y a ella iban señoras elegantes y nobles caballeros que gastaban fortunas en champán.
Ahora sirven refrescos de cola que se guardan en una gran heladera que hay al fondo.
Por la tarde, turistas japoneses aprenden a bailar el tango.
La abuela de un conocido truchimán de la City me dijo que pocos lugares podían comparárseles en esplendor y que por las noches tenía relumbrón de cabaré.
Sus puertas siguen abiertas en la esquina tanguera. Lugar entrañable que hizo historia. Se quedó como un hito, como un jalón oxidado de la vida que pasó. Distinguidas señoras venidas a menos van alguna tarde a tomar el té.
En una vidriera han puesto una pareja de cera vestida de no se sabe qué. Al lado, un cartel anuncia zapatos de tango.
Los mediodías dan de comer. Ayer, un muchacho con la novia miraba a la entrada el menú del día en un facistol.
¡Mira, hay lentejas!

(1) En Argentina, mezcla de cafetería, salón de té y “snack bar”

© José Luis Alvarez Fermosel

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